Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
166 Tribunales, un sector al que desde los años 80 comenzaron a llegar los casos de torturados, muertos y detenidos desaparecidos. Víctor Hugo tenía la herida abierta. Y esas realidades lo afectaban profun- damente. Nunca lo exteriorizaba y, en cambio, cada día, junto a su equipo, se jugaban por informar ampliamente, pese a las limitacio- nes obvias de un periódico de derecha. Esa herida nunca cerró. Estuvo presente en sus angustias, sus pe- sadillas, sus sueños, ansiedades y su adicción al cigarrillo. Fumaba una cajetilla al día. Y a veces más. Eran los tiempos en que se podía fumar en las oficinas y en La Segunda , festivamente, le decían Víc- tor Humo. Mucho antes de especializarse en tribunales, sin embargo, el 20 de julio de 1976, ya había demostrado su compromiso con la verdad en esta área cuando, a través de sus despachos en la agencia Orbe, infor- mó sobre la muerte de Carmelo Soria, funcionario de las Naciones Unidas secuestrado y asesinado por la dictadura. En su información, que fue publicada sólo en Las Ultimas Noticias, dejó planteadas una serie de interrogantes cuyas respuestas tardarían años en llegar. Víctor Hugo era una persona especial, eso es verdad. Y al mismo tiempo muy normal. Con mucho sentido del humor, sensible, inten- so, dulce, amante de su familia, el fútbol y la música “gringa” de los años 60. Hablaba muy poco del pasado, incluida la Universidad. Pero recor- daba con afecto a Luis Alarcón. (Gracias Lucho, por acompañarlo en su despedida. También tú partiste meses después). De él me habló más una vez (lo que ya es mucho decir tratándose de Víctor Hugo) e incluso, cuando supo que Lucho estaba en Chile y tenía una librería en Macul tuvo la intención de visitarlo. Pero, como todas las cosas que se dejan “para mañana” nunca lo hizo. También se refirió, más de una vez, a Pepe Campos. Su amigo. Pero, “a su manera”, sin explayarse demasiado. En pocas palabras. Era su forma de recordar o hacer comentarios. Breve pero preciso. Post Universidad, compartió largas, conversadas y entretenidas jornadas con Juan Guillermo Mellado, a quien también estimaba mucho, y con Gastón Saravia. Reportero policial “Víctor Hugo está entre los mejores reporteros policiales de los años 70 y 80, época en que no existían las oficinas de prensa, co- municaciones o relaciones públicas, y la noticia se buscaba direc- tamente en terreno o a través de fuentes y contactos”, señala el pe- riodista de The Clinic , Pablo Vergara. En 1976 uno de sus mayores logros fue “golpear” con la inocencia de un hombre que estuvo más de seis años en la cárcel, condenado por un delito que no cometió. Fue el conocido caso del “Enano Degollador” del Hotel Princesa. Personaje que denominaron así por su baja estatura y que inspiró el “Enano Maldito”, la histórica caricatura del diario “Puro Chile”. El hecho había ocurrido el 24 de enero de 1968 Víctor Hugo no sólo demostró que la policía había capturado al “enano” equivocado, sino que, durante el desarrollo de la noticia, juntó y entrevistó en la cárcel, al enano inocente y al culpable. ¡In- sólito! Una situación única, increíble, en la que ambos acusados En la Escuela de Periodismo: Víctor HugoAlbornoz, Elide Balocchi, Francisco Palma,Max Laulié yVíctor Pérez.
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