Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 153 tros en hacerse propietario de una motoneta, a la que diariamente transportaba también a la “Gorda Labbé”, nuestra señora compa- ñera Angélica, robusta y alegre como ninguna. Costaba entender cómo cabían ambos en el frágil y pequeño vehículo. Eso sí, lo im- portante es que abandonaban rápidamente la calle Los Aromos y partían con urgencia a cumplir sus obligaciones periodísticas, pues ambos eran casi los únicos compañeros que estudiaban y, a la vez, trabajaban en los medios capitalinos. Alejandro trabajó en muchos medios y le encantaba observar la realidad desde el punto de vista de la Economía. Ejerció en el Dia- rio Ultima Hora durante un período bastante prolongado, tiempo que en Chile las noticias de Economía eran las fundamentales de cada jornada y encabezaban el convulsionado acontecer político. Después de 1973 partió a Estados Unidos, se instaló en Nueva York y, a los pocos meses luego de pasar por varias actividades para ga- narse la vida, obtuvo un cargo en el diarioThe Journal of Commer- ce, en el cual desarrolló una importante tarea durante varios años. Sin temor a equivocarme, pienso que Alejandro debe ser el único periodista chileno tanto de nuestra generación como de otras en alcanzar la posibilidad de informar a la opinión pública financiera norteamericana desde un medio periodístico ubicado en el cora- zón de Wall Street. No recuerdo en qué año regresó a Chile. Sí sé que, por ejemplo, antes se instaló en Puerto Rico para dedicarse a la crianza y co- mercialización de camarones. Sé también que sólo tuvo un éxito relativo allí y lo bueno de esta dificultad es que regresó a Chile para instalarse en su querida Licán Ray de la infancia. Y llegó decidido a continuar en el desarrollo de su eterna pasión: La naturaleza, en todos sus sentidos. Alejandro impartiendo educación ambiental.
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