Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 151 Alejandro Kofmann O’Reilly FIEL A SU NATURALEZA Por Federico Gana Johnson Cuando se va de la vida un colega de nuestra actividad profesional, todo sigue fluyendo como si a toda esta gran diferencia entre el estar y el no seguir estando estuviéremos tan acostumbrados. Es que lo estamos y, con plena seguridad, lo vamos a seguir estando. Cuando fallece un colega nuestra Orden, el Colegio de Periodistas distribuye la información correspondiente y la vida y sus conse- cuencias continúan normalmente. Sin embargo, en el caso de este niño-hombre que fue Alejandro Koffmann O’Reilly, yo me enojé profundamente con el Consejo Metropolitano del Colegio de Pe- riodistas de Chile porque a Alejandro no lo consideraron. Nadie supo de su repentina muerte puesto que, en general, hacia el final de su vida no participó habitualmente del periodismo contingente nacional sino que, muy por el contrario, siempre actuó como un habitante del mundo. No sólo de las grandes ciudades del mundo entero sino también, y principalmente, de los pequeños pueblos del sur de Chile. Sí, yo me enojé por ese olvido. Golpeé las puertas del Colegio y exigí que reaccionara. Y en nuestra Orden, afortunadamente, lo hi- cieron con esta declaración: “El Colegio Nacional de Periodistas de Chile se hace un deber tar- dío en sumarse a las manifestaciones de pesar por el fallecimiento del colega Alejandro Koffmann O’Reilly, acaecido en circunstan- cias trágicas por un accidente automovilístico el pasado jueves 4 de junio de 2015, en la carretera de Villarrica a Licán Ray. Alejandro Koffmann O’Reilly se desempeñó en varios medios informativos de Chile y como corresponsal extranjero del diario norteameri- cano Journal of Commerce, en el cual ocupó también un espacio como cronista estable en Nueva York. En la actualidad estaba pro- funda y exitosamente dedicado a una ejemplarizadora tarea como defensor del medioambiente del entorno del Lago Villarrica, apro- vechando sus dotes personales y experiencia comunicacional. Sus restos fueron velados en la Iglesia San Francisco de Licán Ray, loca- lidad donde Alejandro se había avecindado hace casi dos décadas”. Permítaseme escribir estas líneas con una emoción muy personal, cometiendo una especie de traición a todo aquello que se nos en- señó en la Escuela de Periodismo: que el periodista informa, no opina ni se involucra. Y debo explicar por qué pido lo que pido. Es que yo conocí a Alejandro desde niño en el Instituto Nacional, in- Alejandro Koffmann en el lago Villarrica.

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