Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 149 El diario electrónico Con Lucho habíamos conocido redacciones donde se respiraba el olor a tinta, donde se colaba el quejido de las linotipias, maravi- llas mecánicas que eran menos eficientes que los computadores pero que, a pesar de su desmesura, despertaban la admiración y el cariño de los viejos reporteros. Pese a ello, cuando, junto con el retorno a la democracia en 1990, se nos vino encima el maravi- lloso mundo nuevo de la revolución tecnológica, asumimos con entusiasmo el desaf ío. En la UDP formamos parte de un taller con ingenieros informáti- cos con quienes exploramos el significado de la convergencia tec- nológica. Por lo menos durante un par de años nos esforzamos por desarrollar productos periodísticos que explotaran todas las posi- bilidades de las nuevas tecnologías. Fue un intento algo ingenuo –¿cómo competir con el MIT o los ge- nios de Silicon Valley?– pero que nos permitió colocar a la Escuela en la vanguardia chilena. Lo comprendió Álvarez tempranamente, con esa capacidad suya de intuir más allá de lo que ya se sabía. En octubre de 1998, en un comentario publicado en El Mercurio , proyectó lo que en ese momento era la novedad del año: la publicación electrónica del Informe Starr, el demoledor análisis de la fiscalía norteamericana sobre las aventuras extraconyugales del Presidente Bill Clinton. Se trataba, señaló, “de una revolución en el sistema informativo. En dos horas, las páginas que contiene el polémico documento queda- ron a disposición de los usuarios que tienen acceso a Internet. En este fenómeno no participaron, en un comienzo, los medios de co- municación. No hubo pagos de derechos por parte de empresas o agencias periodísticas. No hubo intervención de directores ni edi- tores de diarios y revistas, como tampoco de jefes de departamen- tos de prensa de radio o televisión. Se generó un sistema noticioso directo entre la fuente, en este caso el Congreso norteamericano, y el público que para esta oportunidad fueron los ciudadanos de todo el mundo. Podríamos considerar lo ocurrido como la primera demostración de una democracia informativa globalizada”. Casi dos décadas después, estas afirmaciones parecen de Pero- grullo. Pero no lo eran en ese momento. Primera lección En su análisis. Álvarez agregó una seria reflexión y un iluminador anticipo de lo que iba a ocurrir en los años venideros: “Internet demostró que puede transformarse en el medio de comu- nicación más eficaz de la sociedad del futuro, lo que implica venta- jas y riesgos. Fue una ventaja, por ejemplo, que el Informe del fiscal Kenneth Starr quedara a disposición de toda la sociedad en forma li- bre, simultánea y virtualmente instantánea. El riesgo, que debió asu- mir la sociedad, es que no hubo ninguna instancia entre la decisión del Congreso y la aparición del documento en las redes, en la cual se pudiera evaluar las consecuencias que provocaría el texto del infor- me en el público. El trabajo riguroso y metódico de los editores de los medios de comunicación fue desplazado a una segunda etapa”. El histórico equipo de la revista Ercilla. Álvarez Baltierra, en el ex- tremo izquierdo de la segunda fila.
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