Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
142 Domingo Ulloa Retamal EL MAESTRO DE 1.200 PERIODISTAS Por Víctor Manuel Mandujano Texto elaborado con base en el libro “Domingo Ulloa. Revelando a Chile” (LOMEdiciones, 2018) Este es uno de los episodios de nuestra historia donde habría que apli- car la vieja máxima “el pago de Chile” porque hasta su muerte, a los 92 años, Domingo Ulloa Retamal, connotado fotógrafo, laboratorista y docente, tenía sólo un reconocimiento bibliográfico acotado al Ba- llet Nacional Chileno (editado por la Universidad de Chile a fines de 2014), el que da cuenta de su extraordinario trabajo en el terreno de la fotograf ía, actividad a la que dedicò toda su vida. Egresado de la Escuela Nacional Superior de Artes Gráficas en la mo- dalidad de fotograf ía y cine, Ulloa se convirtiómuy pronto en asisten- te de su profesor, Antonio Quintana, tal vez el más grande fotógrafo producido en el país. De él heredó la rigurosidad en los temas, en el encuadre y en el delicado proceso de laboratorio. Recordemos que Quintana fue también profesor de Química y Física. Juntos emprendieron un largo recorrido que los llevaría al Laborato- rio de Fotograf ía y Microfilm de la Universidad de Chile. Después, a la Escuela de Periodismo, donde Ulloa desempeñó, desde 1962, la cátedra de Periodismo Fotográfico dejado por Quintana. Allí, dictó clases por más de 20 años, enseñando la disciplina de la fotogra- f ía a unos 1.200 futuros periodistas. Tiempos de la Escuela En temporada académica, los lunes y los miércoles, a las 8:20 de la mañana, por la entrada principal de la Escuela en la pequeña calle Los Aromos (hoy Juan Gómez Millas) de Ñuñoa, se estacionaba un jeep “Scout” de esos grandes, tipo Land Rover , con asientos traseros en- frentados, del cual descendían dos o tres personajes que dictaban la clase de Fotograf ía a los alumnos de primer año. Uno de ellos, quien manejaba el vehículo todoterreno, era Domingo Ulloa Retamal, un personaje delgado, con lentes ahumados de marco de carey, bigotillo y traje formal. Su seriedad y trayectoria hacían tem- blar amuchos por la expectativa que causaba la presencia de un profe- sor riguroso, pero también generoso con aquellos que avanzaban, se- gún sus instrucciones, en los estándares fotográficos de aquellos años. El profesor Domingo Ulloa con su cámara.
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