Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 135 nia. En Buenos Aires fue una reconocida periodista del matutino La Calle y luego en La Opinión , además de recoger el material para dar a luz sus libros Exiliario y Copa de Vinagre. “Pitucas sí, viejas no” De regreso a Chile encontró un país complejo y a personas que eran capaces de atravesar la calle para no encontrarse con ella. Se incorporó a la revista Análisis, y más tarde a Pluma y Pincel y fue directora de Fortín Diario , mientras seguía trabajando como corresponsal de Il Manifesto, Latinamerican Newsletter y del vespertino bonaerense La razón , como asimismo de la revista Nueva Sociedad de Venezuela Dos anécdotas de Irene Geis en el recuerdo. Una que rememo- ra Patricia Collyer, cuando les decía a los periodistas jóvenes de Análisis “traten de llegar inteligentes mañana”. Y otra en mi memoria: en una de las múltiples manifestaciones en defensa de la libertad de expresión durante la dictadura, caminábamos con mordazas por la calle Huérfanos, con abrigos de pieles, después de asistir a un desayuno para corresponsales extran- jeros con una alta autoridad de gobierno. De pronto, comenzó la represión y fuimos subidas en vilo a un carro policial. Irene con voz autoritaria exigía nuestra libertad. Llamaron a un ca- rabinero de más rango, quien exclama: “¿qué hacen estas viejas pitucas aquí?” e Irene, de inmediato, responde: “pitucas sí, pero no viejas”. Fuimos liberadas al instante, sin usar las mordazas, desde luego. Impulsiva y muy estricta, el apego y rigor por las noticias era a toda prueba, sentía que el periodismo perdió con Pinochet, con la transición y sigue perdiendo en la actualidad. Efectiva- mente, en estos años se va extinguiendo una forma noble y sa- bia de ejercer el periodismo. Vehemente en sus afectos y su cercanía con Argentina era una amante del tango, ese ritmo y esas letras que trasmiten agonía, a veces llanto y quejas, sensualidad y sentimientos, compañe- rismo y amistad. Una de sus mejores amiga, Mary Zajer, la despide con un verso de “Naranjo en Flor” el tango favorito de Irene: “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento. Perfume de naranjo en flor, promesas vanas de un amor que se escaparon con el viento”. Hasta siempre Irene Geis, amiga y colega. Todos somos más pobres sin tu presencia.

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