Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 131 A Irene le gustaba comer bien y le gustaba cocinar. Cuando joven experimentaba exquisiteces en la cocina. Una vez comentó de un pato “a l´orange” que era tan rico y le quedaba tan bueno. Ni cortos ni perezosos, entre varios amigos nos fuimos al mercado de San Antonio y le compramos un pato para que nos hiciera una demos- tración de sus habilidades culinarias. No se inmutó y muy pronto nos invitó a degustarlo a su casa. Le quedó muy sabroso, pero tanto o más gozamos con su papel de amiga y anfitriona. Grandes años Estudió en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile (adscrita hoy a la Facultad de la Comunicación e Imagen) en la quinta promoción de la novel institución donde pronto destacó por su inteligencia, agudeza y locuacidad. Era el alma de todos los recreos del flamante edificio de calle Los Aromos en Ñuñoa, siem- pre rodeada por compañeros y compañeras en los pasillos o en la cafetería, que disfrutaban con su entretenida conversa y chacoteo. Eran los tiempos de grandes directores como Ernesto Montene- gro, Ramón Cortez, Mario Planet… Los favoritos de Irene eran los dos últimos. El segundo, veterano periodista que sobresalía por su carácter de hombre duro y el vozarrón con que nos llamaba sus “queridos guanacos”. “Era un gran papá –recordaba Irene–, un cau- dillo que nos «guanaqueaba», nos regaloneaba, nos introducía en un mundo mágico, salíamos a pasear, a comer, a tomar con él. Yo lo quería muchísimo…” Su paso como estudiante en la “U” no lo cambiaba por nada. ”Toda la atmósfera de la Escuela era como era Chile, una época amable (fines de los 50 y comienzos de los 60). La política no era odiosa, se vivía en forma moderada…” Entre sus grandes amores están el periodismo y la casa don- de lo aprendió: la Universidad de Chile. “Para mí –escribió en Vendedores de Sol , 1994– la palabra Universidad de Chile es emocionante, amo a su club deportivo (soy socia desde los cin- co años), a la Casa Central, a sus rectores, a su piscina, etc…”. Así como lamentaba que el Chile al que volvió de su exilio no era ya el mismo. Extensa trayectoria Dirigió el semanario Siete Días en la empre- sa Zig-Zag, y posterior- mente, el matutino For- tín Mapocho , un diario opositor bajo la dictadu- ra militar. Pero antes y entremedio, fue reporte- ra y redactora de La Ter- cera de la Hora (donde se inició), el semanario Flash y el vespertino La Segunda. Su llegada a la televisión fue en el Canal 9 de la Universidad de Chile, su Alma Mater. Se inició en este medio en 1967, año en que ganó el Premio Lenka Franulic a la mejor periodista, junto con otro del Taller de los 60 de la prestigiosa Casa de las Américas. Salió tras el golpe cívico-militar de 1973, refugiándose en Argentina, donde tenía un hermano y varias sobrinas. Exilio en Buenos Aires En Buenos Aires era una reina. Conocía los mejores lugares para pasear, comer o tomar un trago. Uno de sus favoritos era el Unión Bar , barrio San Telmo, donde por todos los rincones se escuchaba la “canción de Buenos Aires”, el tango. Allí fuimos más de una vez y la coreamos con: “Hoy… vas a entrar en mi pasado/ En… el pasado de mi vida…” de “Los Mareados”, uno de sus tangos favoritos. “Irene contaba que un día, paseando por la calle Florida en Bue- nos Aires, un típico porteño dado a galán, comenzó a caminar tras ella acosándola a piropos. Molesta, se acercó a un policía y lo acusó: «Agente, ese hombre me está siguiendo…» El guardia la miró de arriba abajo y le respondió: «Mirá, si yo no estuviera de punto fijo en esta esquina, también te estaría siguiendo». No le quedó más que reír y continuar su camino”, recuerda el pe- Entrevistando al gran actor francés Jean Paul Belmondo.

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