Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

122 Verónica Vergara ¿A DÓNDE FUE? Por Jorge Marchant Lazcano Voy a intentar evocar a Verónica sin remitirme a ningún archivo, o fecha, o dato específico, sino apenas al recuerdo, al lejano recuer- do, a una historia que sucedió hace tanto tiempo y que parecimos no haberla vivido, porque la vida tuvo tantos giros, algunos nobles, otros más perversos, más para el que recuerda que para la recorda- da, quien desapareció de un día para otro en la década del setenta del siglo pasado y quedó para siempre como una jovencita atolon- drada que iba en su pequeño coche a darle de mamar a su segundo hijo, recién nacido, cuando sucedió aquello. Habíamos entrado a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile con el advenimiento de la Unidad Popular. Verónica venía de Talca, de una familia de dentistas, con varias hijas criadas en una semi solvencia provinciana, candorosa y reprimida, que después le cobraría la cuenta. Era un espíritu libre en todo sentido. Siempre lo he dicho. No hici- mos más que entrar a la politizada Escuela de Periodismo en una época vibrante y aguerrida para que nos dieran vuelta en el más amplio sentido de la palabra. Estábamos ingresando a la vida adul- ta en el mejor de los tiempos, cuando aún era posible creer en las utopías y Chile podía salir de la miserable condición en que había estado sometido por toda su historia anterior. Vivimos esos tres años de euforia juvenil creyendo que el futuro sería muy luminoso en un sentido colectivo. Aun así nos preparamos individualmente con maestros que nos abrían los ojos al mundo de la literatura y de la cultura, como Alfonso Calderón o Luis Domínguez. Leíamos con entusiasmo a los nuevos escritores latinoamericanos, redes- cubríamos a maestros norteamericanos como Scott Fitzgerald o a franceses como Raymond Radiguett. El cine nos permitía conocer otros mundos, incluso sociedades tan distintas como las socialis- tas, una vez que la industria norteamericana bloqueó su envío de estrenos para acelerar la caída de Allende. Todo eso lo plasmamos en un primer ejercicio de periodismo, una revistita supuestamente cultural hecha a mimeógrafo que se llamó Kutral y en la cual hasta Nemesio Antúnez nos colaboró. Cómo Verónica iba apurada por la vida, tal vez presintiendo que esta sería corta en exceso, se enamoró impulsivamente y en los al- Verónica iba apurada por la vida, tal vez presintiendo que sería corta.

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