Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 117 “Luego del golpe pinochetista del 11 de setiembre de 1973 –reme- mora Chiclayo– que nos lanzó por caminos distintos, nunca inte- rrumpimos nuestra comunicación y siempre hubo en la distancia el espacio y tiempo para dar curso a la encendida fe en los destinos de Chile y la patria latinoamericana, y enviarnos mutuamente revis- tas y reflexiones. Aun guardo sus trabajos publicados y sus mensajes online, siempre fervorosos y anclados en la simpatía y afecto, en la lealtad inclaudicable a nuestras creencias y los sueños que supimos transmitirnos”, termina. Paty en el corazón de todos Mi amiga Paty fue coherente en todas sus facetas. Ambas nos ne- gamos a realizar el falso periodismo que debía efectuarse en tono de sobreviviente al golpe. Cuando yo le conté que estaba trabajan- do en otras cosas para ganarme la vida “sin entregarle el alma al diablo”, ella a su vez, me dijo que estaba trabajando en una fábrica, por lo mismo. Nos dimos muchos abrazos y nos deseamos suerte. Esto se repitió cada vez que nos encontrábamos. En cierta oca- sión, ya post dictadura, nos juntamos en un paradero de buses y le dije… “mira, ese flacuchento que se va ahí es uno de los pacientes viviendo con VIH, con los que yo trabajo… Se está muriendo y tengo la desgracia de haberme hecho su amiga… y por eso ahora voy a su- frir mucho” . La Paty me abrazó fuerte, una vez más. Ella ya estaba enferma y yo no sabía. Ahora me he quedado con sus abrazos y su recuerdo iluminador, y como dice Chiclayo, “siento que he perdido una de las luces más potentes de mi existencia”. Patricia Bravo, año 2005. Trabajando con las mujeres rurales.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=