Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
116 va. ¿Eres buena abuela?, le pregunté cuando nació Vicente, su pri- mer y único nieto. Y me dijo con su sencillez y dulzura habitual: «me gusta darle besitos»“. Patricia recuerda que se hicieron amigas haciendo la fila para ma- tricularse en la Escuela, y que muy pronto compartieron la tarea autoimpuesta de investigar sobre la vida de Violeta Parra a cinco años de su muerte, “haciendo entrevistas a diestra y siniestra, hur- rización de sus autoras. Pero Paty no entró en malos humores por eso y dejó que los hechos decantaran. Patricia Stambuk la conven- ció de “dar la pequeña-gran batalla de recuperar ese visionario tra- bajo de investigación.” Paty invirtió gran parte de las fuerzas que le quedaban en revisar y agregarle contenido al texto ya hecho. Sobre esto, su tocaya dice que “Fue un reencuentro que quizás esperábamos pormucho tiempo, una búsqueda de justicia en un ámbito menor, que ella había pos- tergado, teniendo como norte, siempre, otras búsquedas de justicia en ámbitos mayores” . El nombre que Paty decidió para la edición, publicada póstumamente, fue Violeta Parra . El canto de todos , que según Patricia Stambuk fue “un reflejo de lo que ella misma quiso ser en su vida: el canto de todos”. “Ya pues, Chiclayo, córtala, no sigas…” Paty Bravo fue la primera amiga que hizo en la Escuela Víctor Alvarado, “Chiclayo”, nuestro compañero peruano. “La pátina de los años no ha podido sepultar la vívida imagen de ella de esos días de marzo del 69 - dice- . Vestía un conjunto de saco y panta- lón azul. Delgadísima, con una timidez natural, que le brotaba y hacía sonrojar, sin impedirle comunicarse ni rezagarse. Sin ma- nicure ni retoques en su rostro lozano, donde resplandecían unos ojos glaucos arrobadores y una sonrisa de la que siempre me sentí agradecido de recibir. Cuando ya nos hicimos amigos yo le pedía que sonriera una y otra vez. «Ya pues, Chiclayo, córtala, no sigas», se convirtió en la frase que siempre me regalaba cuando me ponía reiterativo”, confiesa. Chiclayo también intentó dejar de fumar para ver si lograba que su amiga “depusiera el gusto por el humo“. No lo logró. El compañero peruano repasa la oportunidad en que lo invitó a su casa en Maipú, “donde departí con su padre, su madre y hermano, uno de los encuentros vertebrales de mi vida chilena. Paty se mostró interesada por conocer la lucha revolucionaria del pueblo peruano. Quería saberlo todo… y su interés no era gratuito –sigue Víctor- , estaba inserta en un proceso de formación que la llevaría a su serio compromiso político con el pueblo chileno y latinoamericano, y la historia. Estaba en la orilla de un caudal de ideas revolucionarias en el que ella navegaría hasta recalar en el MIR chileno” . Patricia Bravo gando en cada detalle (…) Disfrutamos tecleando en las noches y en los fines de semana, transcribiendo las entrevistas, redactándolas, como si fuera nuestro mejor panorama”. Todo se interrumpió con el golpe militar. El libro fue publicado tiempo después en varias ediciones bajo otras firmas y sin auto-
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