Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

114 ber en los años 70 un refrescante blanco con chirimoya o durazno o un tinto con frutilla. También allí, en un viejo piano, siempre al- guien vestido de ajetreado negro, tocaba algún lastimero tango…. que nadie escuchaba. Este local e Il Bosco, situado en la Alameda con Estado, eran los únicos lugares donde los parroquianos, estudiantes e intelectuales de la época conversaban durante noches enteras. Inolvidables si- tios para el recuerdo. A medida que avanzábamos, la potente voz de René retumbaba en los altos edificios, de pronto reía fuerte, hablaba y volvía a entonar una nueva área. Para cantar no necesitaba estar bebido, su carácter era instintivo, espóntáneo, era una persona muy natural sin envol- torios que lo camuflaran. Nada obteníamos haciéndolo callar a punta de garabatos, que can- tara más despacio, porque nos podrían llevar detenidos por des- orden callejero, seguía cantando más contento y más fuerte. De pronto, escuchámos muchísimos aplausos y voces que venían des- de los balcones de los edificios por donde ibamos pasando, asusta- dos le implorábamos que se callara, pero, la sorpresa fue enorme cuando no solo lo aplaudían sino que, además, le solicitaban que interpretara otras áreas operáticas, incluso le tiraban monedas y dinero en agradecimiento a tan musical despertar. El ¡¡¡¡¡bravo, bravo, bravísimo !!! retumbaba en calle Estado hasta que de amanecida, por fin, abordamos una micro de regreso a casa. Así era René, para nosotros pasó a ser leyenda. Buen alumno, inteligente, teatral, explosivo y un buen conversador. Le encantaba hablar en francés, todos sus movimientos tenían un propósito, donde la mesura no era un don que cultivara. Personalmente, de vez en cuando me acuerdo de René, me gustaría que conversáramos, que recordáramos esos inolvidables años que fuimos compañeros en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, aunque esta vez no fuera en una trasnochada madrugada en el ‘Black and White.’ Fue arrestado y torturado tras el golpe de Estado del 11 de septiem- bre de 1973. Quedó muy afectado en su salud y falleció exiliado en los Estados Unidos. Ximena Ortúzar dedica estas líneas a nuestro compañero : Recordar a René es escuchar de nuevo sus ineludibles carcajadas y ver otra vez sus evidentes lágrimas ante una situación conmovedora. Fuimos amigos. Nos unió un proyecto común de país y el gusto por la ópera, la literatura y el cine. De vez en cuando encontrábamos un tiempo para hablar de ello. Recibí su solidaridad y su generoso apoyo. Compartimos situa- ciones y desaf íos. Ambos buscábamos entonces nuevos caminos y definiciones. No sé si logró lo que buscaba. Nos separó el 11 de septiembre de 1973. No volvimos a vernos. Y aunque no reanudamos la comunicación, al saber –tardíamen- te– de su muerte, me sentí un poco más sola.

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