Para que nadie quede atrás: a la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

112 ilustran esta nota fue tomada por Guillermo Castillo Sánchez, compañero y amigo. De apariencia frágil, pero nadie, se atrevía a contradecirla sin un buen argumento, sin información. Muy fuerte, lúcida, tenía mag- netismo, era querida y también cuestionada, tal vez por su per- sonalidad un poco arrogante. No era fácil acercarse a ella, pero quienes lograban traspasar esta barrera, contaban con su afecto y lealtad hasta el fin de los siglos... Era seca para las matemáticas, esto fue decisivo en el éxito co- mercial que tuvo el inicio de su modesta fábrica de palos quema- dos, que tras algunos años, se convirtió en una destacada mue- blería de Avenida Tobalaba, en Providencia, éxito empresarial y económico que ella habría cambiado feliz por haber escrito una pequeña crónica o una noticia radial para un sencillo medio de comunicación. El sol seguía pegando fuerte en el cementerio, ubicado al costado norte de Americo Vespucio. Era tan implacable el calor que an- tes de retirarnos ya las bellas rosas rojas comenzaron a perder su brillo, su lozanía, aferrándose más al césped de la tumba como queriendo proteger a quien yacía en el interior. La Mao, habría pre- ferido que sus restos fueras cremados, tampoco habría estado de acuerdo con una misa fúnebre. Era agnóstica profunda. Y no tuvo tiempo para decidir por sí misma. Después que me titulé de periodista en 1977, nunca regresé a nues- tra querida Escuela de Periodismo, ubicada en calle Los Aromos, pero sigo recordando con inmenso afecto los hermosos años que viví como alumna, y que seguimos recordado en la actualidad, junto a Guillermo Castillo, Juan Guillermo Mellado, Ximena Ortúzar, Car- men Torres, Ruth Velasco, Lina Castañeda, Víctor Mandujano, Car- los Guerra, Enrique Contreras, entre otros, testigos de la fecunda vida de nuestra querida amiga y compañera Celina Arosteguy Fernández.

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