Nos seguimos movilizando: la revolución será feminista o no será
79 y recogida. Y es que, si nos permitimos ser tocadas es entonces que abrimos camino a cambiar, a transformarnos con cada escucha, lectura, palabra, mi- rada, gesto. Escribo esto para dejar abierto ese provocativo umbral al toqueteo, desarme, desmantelamiento y destrozo constante de nuestros feminismos, a no casarnos con etiquetas rígidas y permitirnos borrar ese mural cuantas veces sea necesario. Romper los lentes morados Frente a la amenaza de un feminismo global contestaré desde el lugar sobre el que pisan mis pies. Es una invitación a romper los lentes morados, mirar sin tapaojos, sacarse los filtros y la visión de un solo color. Ese es el feminismo, así, a secas. Un feminismo que no se hace preguntas sobre el agua. Un feminismo sin raíz, tan universal que puede calcarse desde el primer mundo. Un feminismo que apunta con el dedo inquisidor, siempre hacia afuera. Un feminismo que adopta la figura de la víctima como pedestal y escudo. El feminismo. Pretensiones universales. Expansión. Todo el territorio. Sospecho. Sospecho de un feminismo que se resiste a abrir sus fronteras.
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