Nos seguimos movilizando: la revolución será feminista o no será

75 Toma Feminista en la Universidad de Chile. Mayo 2018: Experiencia de formación y transformación El sexismo en la educación no es una problemática reciente. Tanto los movi- mientos feministas, políticas públicas y tratados internacionales han denun- ciado por décadas que la educación es un ámbito crítico en la producción y reproducción de imaginarios sexistas. Sin embargo, las movilizaciones fe- ministas del 2018 —lideradas por estudiantes mujeres, lesbianas, personas trans y no binaries—, reinstalaron muchas de estas discusiones posicionan- do la urgencia de problematizar el sexismo en la educación, particularmente en nuestra Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, desde construcciones y nociones más amplias. Desde a mayo a julio de ese año, se nos propuso elaborar nuevos sentidos, donde jóvenes y adultas/es, de dife- rentes estamentos pudimos compartir y pensar en ser capaces de transformar nuestro entorno inmediato y común, nuestra universidad, humanizando ese domicilio que hasta ese entonces era extremadamente hostil para nosotras las mujeres como estudiantes, como académicas, como funcionarias, como disidentes. Nuestra «casa de estudio» como llamamos coloquialmente a la universidad se nos presentó y mostró como un territorio que solo acogía a algunos sujetos, algunos cuerpos, algunas experiencias. Así, las mujeres y las disidencias se aglutinaron como cuerpos-sujetos que expresaron su indignación, pero además para plantear demandas de re- conocimiento, forzando a que todos/as/es viesen su aparición por una nega- ción antes jamás pensada, la de los varones. El separatismo como estrategia política utilizada, fue un acto subversivo que hizo trastabillar las normas de género en las cuales se ha sostenido el sistema educacional tradicional. Pues revirtió una exclusión, ahora se dejaba entrar a la universidad a las mujeres y las disidencias. Aquel gestó separatista provocó asombro, en algunos casos rechazo, pero debemos reconocer, que fue una desviación necesaria para po- ner en entredicho la hegemonía masculina de aquel régimen institucional. Han pasado un estallido social, una crisis sanitaria por COVID-19, la instalación de una Asamblea Constituyente paritaria y con cupo indígena, han pasado más de tres años de aquel momento emblemático y debo confe- sar que en este recuerdo aparecen una serie de sentimientos que siguen pro- vocando en mi cuerpo muestras de alegría, de emoción, de esperanza y de

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