Nos seguimos movilizando: la revolución será feminista o no será

61 Porque juntas corremos los muros Enseñar y aprender en un mar violeta y verde. Venía volviendo a la Univer- sidad después de casi dos años de licencia por mi hija prematura extrema, que necesitó cuidados tan extremos como su llegada. Por supuesto, en Chile las leyes no promueven la corresponsabilidad parental en terapias y trata- mientos, solo se otorga permiso a la madre y así fue como la responsabilidad principal recayó en mí, pese a nuestra organización familiar muy distinta. Venía volviendo a mi nueva realidad tras congelar mi carrera académica, lo que aún significa estar luchando por alcanzar los altos estándares del mundo de la investigación, cinco años después y quizás cuántos más, porque la pan- demia por Covid-19 con su sobrecarga, empujaron mi vida hacia atrás. Venía volviendo con angustia de dejar a Gabo y a Oli en manos de otras personas a tan corta edad, no queriendo decidir entre mi vida personal y mi vida labo- ral, pero inmersa a la fuerza en ese dilema. Venía volviendo de mi trabajo de cuidado traducido a la vida universitaria, encargada de asuntos estudiantiles, y menos mal que los años fuera no implicaron distanciamiento de mis estu- diantes de Administración Pública. Volví al lugar conocido, al cariño, la con- fianza y la conversación, esas cosas que no miden los estándares del mundo académico, pero que me retienen y me apasionan. En esta vuelta a la docencia, me emocioné de estar de nuevo en el aula, de volver a hablar de las tensiones y alianzas entre lo público y lo privado, entre esas concepciones teorizadas políticamente en clave masculina, para después releerlas en clave feminista con mis estudiantes. Volví justo cuando el machismo mostraba su cara cruda, y una estudiante había sido violentada por su pareja —también estudiante de la misma carrera—, y de justicia nada. El caso no avanzaba, reuniones de comisión de género local, conversaciones con dirección y nivel central, ambiente cada vez más conflictivo y ningu- na resolución. La impotencia me ganaba y a las estudiantes, la frustración. Cartas, mails, afiches, más reuniones y nada. Y de repente, a finales de abril llegaron desde la Facultad de Derecho y hubo esa asamblea en nuestra sede, donde ella habló, la recuerdo porque se escuchaba en mi oficina, Derecho estaba recién en toma, y mis estudiantes adhirieron a la toma tras escucharla. Empezó la revuelta feminista y desde ahí, recuerdo las asambleas y encuen- tros que hicimos, las marchas. Recuerdo cada una de las cosas que aprendí de

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