Salud mental universitaria: voces, trayectorias y prácticas situadas

SALUD MENTAL UNIVERSITARIA • 67 orígenes sociales, identidad de género, colegio de proveniencia, entre otros. Si pensamos el proceso de transición como un continuo de articulación de expectativas relativas a la Uni- versidad, vemos que mientras más cercanos/ as/es al polo de lo no heredado , el encuentro con el espacio universitario involucra algo com- pletamente nuevo y desconocido, en el cual circulan afectos tristes, ansiosos y de temor, aún cuando —de acuerdo al discurso de las personas entrevistadas— valen la pena de ser vividos por el peso de la promesa de un futuro postuniversitario. Sin embargo, el tensionamiento entre ex- pectativas con las cuales llegan, y aquellas que componen el espacio universitario, resque- brajan las promesas de futuro postuniversi- tario, ya sea que se trate de promesas en clave meritocrática —descritas como “llegar lejos”— o deseos de transformación y justicia social —expresadas como “trabajar con la gente”—, donde afectos de incertidumbre y miedo, in- tensificados a la luz de los acontecimientos recientes, emanan de cuestionamientos en que se cruzan, en algunos casos, sentimientos de incapacidad y las condiciones sociales de po- sibilidad de sus anhelos. Por cierto, el campo de expectativas sobre un futuro se inserta en un escenario de enormes transformaciones en curso, donde toda promesa de buena vida , aún anclada en ciertamedida a una economíamo- ral del esfuerzo personal, lleva consigo afectos diversos que no sólo dibujan los contornos de unmalestar epocal, sino que al mismo tiempo deshilvanan lo conocido y lo usual de la pro- mesa de movilidad social. De este modo, la tonalidad afectiva optimista y el empuje a la felicidad que encerraba en otros momentos la promesa del emprendedurismo y prestigio social vía credenciales profesionales parece desvanecerse en los relatos escuchados, y que- dar en evidencia lo cruel de su exigencia y, al mismo tiempo, su interpelación. Como señala Berlant (2020), la configura- ción afectiva del optimismo involucra una in- clinación persistente a retornar a una escena de fantasía de proximidad con una cosa u obje- to que habilitaría una buena vida. Cuando esa escena que anima la sensación de posibilidad contiene al mismo tiempo la imposibilidad — podríamos agregar, material— de transforma- ción que se esperaba alcanzar, se torna cruel (Berlant, 2011). Resulta interesante cómo la autora sitúa la buena vida al centro del optimis- mo cruel, y propone pensarla como una cosa moral-íntima-económica quemoviliza represen- taciones idealizantes respecto de lo posible. Esta lectura nos parece una relevante coordenada para explorar y rastrear las tonalidades afecti- vas a las que se refieren el estudiantado, si pen- samos en las distintas variaciones que pueden adoptar las economías afectivas. Miedos, ansiedades e incertidumbres se erigen en un escenario donde las expectativas de futuro sustentadas en el éxito, el estatus y/o la prosperidad económica son cada vez más inconsistentes en la medida en que se poten- cian cuestionamientos al vertiginoso devenir histórico. Pero como vimos, tales experien- cias no conciernen modos anquilosados de padecimientos, sino que contienen a su vez la potencia de sostener, interrogar y agenciar afectos, tal como demuestran las personas en- trevistadas. Quizás valga la pena recordar la consigna “no era depresión, era capitalismo” que surgió meses después de las protestas de

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