Salud mental universitaria: voces, trayectorias y prácticas situadas
SALUD MENTAL UNIVERSITARIA • 183 diversas formas de autoridad propias del pa- triarcado hoy en crisis (Recalcati, 2015). De esta manera, con la riqueza del uno por uno, las trayectorias reconstruidas en esta investigación dan cuenta de las coordenadas biográficas de la emergencia de los malestares psíquicos, entramados irrepetibles que figuran la relación del sujeto con el Otro y que impli- can, necesariamente, la consideración de un fondo de historicidad (Aceituno, 2011). Así, mientras algunas experiencias están signadas por descripciones preponderantemente afec- tivas, hay otras en las que priman las tensio- nes relacionales, mientras que un tercer tipo, muestra cómo se integran y cobran relevancia aspectos propiamente sociales. En el caso deMónica el inicio de los males- tares psíquicos sucede alrededor de los 14 años en el contexto pleno de su adolescencia y gati- llado por problemáticas familiares. Más ade- lante, a ello se suman conflictos en su relación de pareja y la recepción del diagnóstico de una enfermedad crónica de salud. En ese contexto, la joven relata que se fueron intensificando los “niveles de estrés”, como ella nombra, hasta traducirse en sintomatología ansiosa grave. Este agravamiento llevó aMónica a buscar ayu- da por primera vez durante la educaciónmedia y posteriormente, ya en la Universidad, fue ne- cesario recurrir nuevamente a un tratamiento de salud mental. Sus malestares psíquicos se intensificaron de tal manera que comenzaron amanifestarse agudas crisis de pánico. Frente a esto, la estudiante decidió consultar con un psiquiatra en la red privada de salud, lo que la lleva a advertir que se pusieron nuevamente en juego sus resistencias y dificultades para adherir a los tratamientos, asunto que identi- fica como un rasgo propio. Cuando Mónica se refiere a su sufrimiento que, entre otras cosas, tenía que ver con ejer- cer un dificultoso y demandante rol de cuidado de un familiar por un tema de consumo, dice: “no me da la cabeza, no me dan las ganas, no me da nada para referirme al tema, para ayudar en el tema eh, pero también de culpa” . Freud (1992a) formula que el sentimiento de culpa es mudo, circunscribe su carácter “moral” y explicita que se manifiestan resistencias frente a los tratamientos posibles. Algo evidente en el caso de Mónica es precisamente que, tras la emer- gente articulación sintomática, se exterioriza una resistencia a la curación que abre paso a estar de forma incesante entre dos polos, donde el sentimiento de culpa es la expresión de un conflicto de ambivalencia (Freud, 1992b) que en su caso se configura entre el amor y el odio en torno a lo filial. Por otra parte, para Jessie los malestares emergen durante su infancia temprana por te- mas familiares, sin poder rememorar mayores detalles sobre aquella época. Más adelante, a sus 12 años, el curso de su biografía se ten- siona con la aparición de conductas de riesgo vinculadas al consumo, narradas al modo de una vía de escape por problemas de conviven- cia y violencia ejercida hacia elle por parte de una persona del hogar. A ello se sumaban los desafíos que implicó el plano identitario que, en su caso, contemplaba el cuestionamiento de su identidad de género. Finalmente, hubo una tercera coyuntura gravitante a sus 18 años, cuando vivió el quiebre de una relación de pa- reja caracterizada por la competitividad y el rendimiento, la “dependencia emocional” y el sentimiento de “tener limitada” su identidad.
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