Cuentos en periplo: campaña "Besa la vida, cuida tu boca"

LA PROFESORA QUE BUSCÓ LA PRIMAVERA Autor: Marcelo Antonio Cornejo Purán Y quizás trepando las montañas imaginarias de mi cordillera silenciosa pueda volver a encontrarte. 47 años han pasado desde ese primer día en el que nos conocimos dentro de la intensidad de una época sostenida en la alegría y los sueños. Con ideales y esperanzas agigantadas nos encontramos, y es natural que me emocione recordando la música de mi historia, de nuestra historia. Yo recién egresada de la universidad mientras tú, como profesora, ejercías el ingrato pero hermoso camino de la enseñanza en el aula, manifiesto vocacional determinante para alcanzar a describirte. Deteniéndose en este punto, percibo que hay algo más que decisión en tu vocación pedagógica. Algo de ti pervive siempre que saco tu nombre en alguna conversación trascendental, en alguna canción, en algún texto de historia, o en algún recuerdo personal. Cada vez que te nombro sobresale la enseñanza de vida de una profesora que brotó del pueblo y sembró para el pueblo, germinando así los campos de nuestra historia. Una educadora colmada de virtudes humanas y atestada de padecimientos sostenidos por un valle de injusticias sociales. Es cierto, en esos años ni yo ni tú lo percibimos. Solo el pasar de la vida forjó una evidente justicia con tu manto humano. Una vez ejecutado el golpe militar de 1973, nuestra comunicación se entrecorta por algunos meses. En aquellos años el miedo se camuflaba en el viento que respirábamos. Nadie escapaba de la angustia, de los rumores de centros de tortura, de la desaparición de seres queridos, de vecinos, de conocidos. A pesar de todo eso, aun cuando el olor a muerte se expandía por las calles, aun cuando llevabas contigo el nudo del silencio de tus compañeros y camaradas, a pesar de todo y más, decidiste aparecer ante mí llevando contigo gestos inconfundibles: la voz serena, la mirada tranquila y la sonrisa intacta. Esa sonrisa que enternecía a los niños de tus aulas, la misma sonrisa que cobijaba a tus compañeros cuando no existía la dulzura, una sonrisa americana que jamás volví a encontrar en nadie. Son tantas las veces que trepó en la cordillera de mi memoria visitando esa imagen, la de una mujer que ingresa a mi lugar de trabajo pidiéndome una sencilla pero necesaria ayuda, junto al eco de su voz exigiendo cautela, confiandome sigilosamente la intensidad de su arduo trabajo con el partido, haciéndome saber con la mirada que le estaban siguiendo los pasos. Esa mujer eras tú, mujer militante decidida a ser llama combativa en el silencio de la noche más negra de nuestra historia. Nadie podía saber que seguías oculta en esta ciudad llena de humo y pólvora, y mi admiración por ti no permitiría que ese secreto se revelara. Y no lo pensé dos veces, mi instinto, mi corazón, mi conocimiento y mis manos se ofrendaron a tus necesidades. Una corona en la pieza 11, la extracción de la pieza 4, y una que otra obturación fueron el trabajo que le realicé a una persona distinta a la que ingresó ese día a mi 62

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