Cuentos en periplo: campaña "Besa la vida, cuida tu boca"

Pero nos equivocamos. El lunes volvió a acumularse la saliva en los bordes de sus labios. Fue entonces cuando perdimos la esperanza y decidimos hacer algo. Partimos preguntándole por la amiga. Estaba feliz porque ese día se juntaría con ella en la heladería a la que íbamos siempre. Tuvimos que decirle. Éramos chicos entonces no pudimos ser muy sutiles: “Tení mal aliento” Silencio. Se sopló la palma de la mano y se la olió. Se apenó, se disgustó, se avergonzó: todo junto. ¿Cómo no me dijeron antes? Le explicamos y agregamos que nos alegraba que tuviera una cita pero que debía cuidar ese “pequeño” detalle. No estaba feliz, seguía confundido y entendió por qué rechazaba sus invitaciones. Antes de reunirse con ella, fue a su casa, usó seda dental y se lavó los dientes como nunca, o más bien como siempre le había dicho su mamá. Al otro día en el colegio, nos contó que estaba pololeando. 61

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