Cuentos en periplo: campaña "Besa la vida, cuida tu boca"

DESPEDIDA Autor: Enzo Agustín Verdugo Verdugo Recuerdo como te hablé por chat, llevábamos dos años y nueve meses juntos, en el ocaso de la adolescencia, en el ocaso del sentimiento mutuo. Te pedí juntarnos en la plaza, donde a pesar de que pasaba muchísima gente, podíamos tener privacidad en el pasto de los costados y así conversar de lo quisiéramos sin que nadie nos molestara. Me levanté, tomé desayuno, me duché y me cepillé los dientes; nostalgia fue lo que sentí cuando me puse nervioso al momento de elegir qué usar esa tarde. Tomé una polera liviana para el calor de ese día, unos pantalones que me arremangué de inmediato, me puse desodorante y me bañé en perfume; melancolía fue lo que sentí cuando me acordé de nuestra primera salida al parque, nuestro primer beso, nuestro aniversario y nuestras estúpidas discusiones. Entre remordimientos y un par de lágrimas, tomé mi mochila y me dirigí al espejo: “Sí, está todo bien, momentáneamente bien”. Tomé la micro y en el camino, iba pensando en qué momento llegamos a perder el cariño, si hemos normalizado la lejanía del otro, si maduramos algo o crecimos juntos, si tú también sabías a qué nos íbamos a juntar, a qué nos enfrentaríamos desde esta tarde en adelante y en cómo lucharíamos en contra de ese sentimiento de soledad; cuando nuestra memoria funciona hasta el punto de recordar los detalles de los momentos más influyentes de la relación. Me bajé del microbús un par de paraderos antes, necesitaba caminar para cuestionarme si realmente lo que haría estaba bien, si echar abajo esta relación era lo correcto después de llevar tanto tiempo juntos, si nos convenía emocionalmente, etc… Seguí caminando hasta llegar a la plaza, llegué unos cuatro minutos tarde, sin embargo ahí estabas, sentada en el lugar de siempre, sobre el pasto con tus pelos castaños, mirando entre la multitud con una cara seria, que esconde todo sentimiento, historia o posición tuya, esa cara que es capaz de lograr lo que quiera, hasta de lograr que me arrepienta. Buscabas, entre los hombros, una polera negra que indicara que ya estaba llegando, que me acercaba. Apenas la viste, tu mirada cambió, se tornó rosada, tus ojos brillaban y tu boca se movió un poco, tus dedos empezaron a hacer ese movimiento de siempre, un movimiento donde tus pulgares giraban uno sobre el otro; estabas emocionada. Aún sin entender el porqué de tu reacción, me senté a tu lado, sin saludarte de un beso, conversamos de nuestros días, nuestras aburridas rutinas y cómo nos sentíamos, hasta que tocó hablar sobre cómo me sentía yo. Te conté, que mis sentimientos habían sido abolidos por la espera, por la longitud del tiempo, que cada segundo rompía poco a poco esas ganas de estar a tu lado, te dije que solo quería replantearme las cosas en soledad, que pensar en durar más era algo tedioso, que quería descubrir cosas nuevas, que necesitaba avanzar y un sinfín de excusas. Sin embargo, tú me dijiste que sí a todo, hasta parecía que estabas de acuerdo con cada cosa que decía, es más, parecía que tú también lo sentías desde hace tiempo. 44

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