Cuentos en periplo: campaña "Besa la vida, cuida tu boca"

ARREBATO Autora: Pilar Yáñez Vallejos Desde chica vi a mi mami reírse de forma distinta. Ella fue siempre una mujer muy alegre y generosa, se llevaba bien con sus vecinas y organizaba bingos a beneficio de quien lo necesitara. Mi casa siempre estuvo llena de personas, porque hacíamos onces, juntas de las tías de la iglesia, reuniones de la junta de vecinos. Era una líder natural. Se reía siempre, pero hace poquito entendí por qué siempre la vi incómoda con reírse libremente. Yo no conocí a mi papá. Mi mamita me dijo que se fue y nunca volvió. Ella era tan grande y hermosa que nunca necesité buscarlo. Tampoco le guardé rencor; es alguien que no existe y a quien no he necesitado nunca. Un día, hace algunos meses, mi mamá me dijo que me tenía que contar algo, pero que fuera a su casa para contármelo en persona. Yo salí de mi casa, cerquita de la de ella, y entré sin golpear. En ese corto camino pensé mil cosas trágicas; la salud, el copo se murió, otra vecina a la que organizar un bingo, entre otras muchas opciones. Cuando llegué mi mamá estaba sentada frente a su mesón, sola. De fondo la radio Pudahuel con una canción antigua que no recuerdo bien. La estufa eléctrica está prendida y mi mamá está pensativa frente a ella. Me dijo que entrara. Tenía una expresión triste, pero tranquila. Ella nunca estaba triste, por eso me preocupé. Me dijo que me quería contar la historia de cuando perdió uno de sus dientes. Me cuestioné haber vivido más de 20 años con mi mamá, y nunca haberla obligado a que me mostrara qué pasaba con sus dientes, o por qué no se reía bien. Me dio pena, hasta me sentí mala hija. -Te lo cuento ahora porque ya duele menos, la pena ya se está yendo, ha pasado tiempo y tú ya armaste familia. No quiero que pases por esto tú también. Me llevaba bien con tu papá, me enamoré incluso. Yo creo que él igual, o al menos al comienzo. Teníamos una buena relación pero todo empezó a cambiar. Al tiempo de convivir y cuando ya estaba embarazada empezó a estar mal genio siempre y le molestaba todo de mí. No le gustaba mi comida y la tiraba al piso. Llegaba sin plata a la casa, y me decía que estaba harto de la vida que teníamos, que yo estaba gorda y fea. Siempre me pidió perdón, y yo lo perdonaba porque teníamos un proyecto. No siempre fue malo, y me intentaba compensar en los buenos momentos. Así estuvimos un tiempo. A veces de la nada me sacaba de la cama y me decía que me fuera. Muchas veces dormí en casas de vecinas porque apenas lograba sacar algunas cosas. La Señora Carolina, y en realidad todas las vecinas, saben todo lo que viví, el infierno de vida que tenía. Me hacía sentir sola. Yo pensaba que sin él no tendría a nadie, porque algunas vecinas me apoyaban, pero cuando volvía con él no lo entendían y dejaban de apoyarme. Empecé a entrar en un círculo del que me fue difícil salir. Tú naciste, y todo eso fue secundario, porque fuiste un gran motivo para mí para salir adelante. Él te quería mucho, pero seguía tratándome mal. Un día tú llorabas y él del enojo me pegó un combo en la boca. Perdí uno de mis dientes de adelante. Esa fue la gota que rebalsó el vaso, y ahí decidí irme donde tus tatas. Nunca volví a saber de él. Luego volví a la población pero él ya no vivía acá. 36

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