Cuentos en periplo: campaña "Besa la vida, cuida tu boca"

RETROVISOR Autora: Scarlett Olave Vásquez Raimundo enciende el motor, quita el freno de mano y da marcha a su última carrera. Mañana comenzará su retiro, palabra a la que esta mañana ha dado vueltas y vueltas para intentar encontrarle algún motivo que amerite una sonrisa. Sin embargo, de momento sólo le parece la antesala de una sentencia. Mira al espejo retrovisor y aprieta los labios para humedecerlos; ya son casi las 18 horas y el frío seco de otoño se ha vuelto insoportable. Comienza la marcha hasta estacionarse frente a la Imprenta Fritz. Algunas hojas cafecinas se aprontan contra el parabrisas mientras se acercan los primeros funcionarios de la empresa para subir a la máquina. La nostalgia rechina los dientes de Raimundo, mientras que la vida transcurre en cámara lenta a su alrededor. En su último recorrido parece estar más nervioso que nunca, como si volvieran a ponerlo a prueba los de recursos humanos para llenar la vacante. El primero en atravesar el umbral de la puerta es Hernán, un diseñador tan talentoso como tímido. Al subir el par de peldaños mira al chofer y le sonríe con sus dientes empequeñecidos por el bruxismo. Raimundo lo saluda con la misma mueca que es coronada por su bigote albino. Mientras el joven avanza hasta su asiento, una pareja de funcionarios lo saludan desde afuera, mientras dan unas últimas piteadas a sus cigarros esperando a que otros lleguen. Raimundo nunca espera más de cinco minutos, fue la instrucción que le dieron hace 15 años al llegar a la imprenta, y la desobediencia no es parte de su repertorio profesional. A lo lejos ve como se acercan otros más. La siguiente en subir es Alicia, de Finanzas, quien al saludarlo enseña más encías que dientes “Buenas tardes don Raimundo” esboza con su voz aguda y continúa hasta el fondo. Ignoran que es el último día del chofer en sus labores habituales, y él tampoco se los hará saber. Los practicantes nunca se pierden el bus de acercamiento. Son un grupo hermético de tres chiquillos que poco y nada se relacionan con el resto. Los primeros dos suben casi corriendo al vehículo, mientras que Trini, la más joven, saluda y exhibe sus frenillos con un “Buenas tardes ¿cómo está?”. Es la primera en preguntarle al chofer sobre su bienestar. El resto entra casi de sopetón, saben que si pierden este bus, no podrán sino que esperar hasta el último que pasa una hora después. Raimundo parte y observa a los pasajeros tras el espejo retrovisor como una postal que sólo a él enternece en este momento discretamente significativo. Una vida entera de trabajo, ¿cómo será la vida desde el siguiente lunes? El sólo hecho de pensarlo lo llena de vértigo y un desgano que no espera confrontar sino hasta llegar a su casa. Viudo desde hace más de una década, en su hogar sólo lo espera Guardián, su perro labrador. El trabajo, los colegas y la rutina supieron apaciguar la soledad a la que ha sacado el quite cuanto ha podido. Comienza la ruta y aprovecha las pausas de los 25

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