Ensayando (im)posibles

53 LA OSCURA MÁQUINA DEL TRABAJO SIN HORIZONTE comunicación) y ya debemos aceptar un dispositivo iconográfico contradictorio y desafiante que funde las “certezas” de lo posthumano con las visiones de la crisis antropocénica. De pronto las imágenes más decisivas y, a la vez imperceptibles, son los genes y los bytes. Sin embargo, hablan de algo inevitable: el cuerpo. En este escenario el retorno antropológico de las imágenes –de acuerdo con Emmanuel Alloa– introduce nuevas interrogantes a las ciencias y las artes. Las tecnologías de síntesis más que suspender por la vía de abstracciones el cuerpo, generan nuevas concretizaciones: hacen aparecer un poder de la visualización que no descansa en los aparatos. En todo caso, es un momento donde las estructuras cognitivas, los saberes universitarios y los modelos de sociedad, intentan recuperar este poder de visualización de una manera esencialista y conservadora. Estamos insertos en un paisaje plural y, sin embargo, jerárquico. La circulación de las imágenes es amplia, pero la interpretación reducida, el acceso interminable y el contenido abrumadoramente idéntico. Hay una tensión permanente, derivada de la forma en cómo han sido reubicadas las versiones históricas después del estallido y la pandemia: esos dos ensayos acerca de los límites terapéuticos de la represión, la higiene y la salud. Atrapadas las relaciones sociales en los diversos tipos de vigilancias algorítmicas; reorganizados los deseos en torno a las morfologías del orden; replegados los discursos críticos a comentarios morales, surge la pregunta: ¿puede la práctica artística transformar la subjetividad en futuro? En las condiciones de vida establecidas por el neoliberalismo resulta difícil hablar del futuro pues se ha convertido en un cliché político, en una fantasmagoría utilitaria, en publicidad de artefactos digitales. Las imágenes al cabo de estos años vuelven a situar todo en el metabolismo productivo y la competencia, glorifican la velocidad de los datos y la estandarización de la creatividad y así refuerzan las mímesis de la violencia. Nunca somos contemporáneos del desastre que nos azota, olvidamos su presencia para retornar a él cuando su herida se ha vuelto póstuma.

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