Agresiones sexuales: reflexiones acerca de la intervenciones psicológicas. volumen VI

87 Mujer criminal sexual: Percepción de los profesionales que trabajan en el proceso de investigación penal Alexandra Carrasco, Gabriela Dauvin, Paulina Trujillo actividades normales de cuidado y no integran violencia en sus actos, pero cuando son vistas, gozan de estándares de evaluación diferentes que se basan en la creencia de que una mujer cercana o una madre posee la tendencia innata de proteger a los niños. En su reflexión sobre las agresiones sexuales cometidas por mujeres, Wijkman et al. (2010) plantean que entre los factores relacionados con la invisibilidad y dificultades en su detección, es posible destacar: la falta de investigación específica sustentada en la idea de que el número de mujeres adultas agresoras sexuales es demasiado pequeño para justificar un estudio (con una prevalen- cia de autoría femenina cercana al 5%), mencionan también que el abuso sexual cometido por mujeres está mayormente escon- dido en prácticas de cuidado infantil como el baño, el vestir o el cambio de pañales, lo que lo hace menos detectable. Y, asimismo, plantean que existiría en las víctimas sensación de vergüenza y rechazo a denunciar a las policías por temor a que no crean su historia a partir de la idea de que “las mujeres no hacen esas cosas” (Wijkman, Bijleveld y Hendriks, 2010). En esta misma línea re- flexiva, Giguere y Bumby (2007) y Robinson (1998) señalan que, al ser consideradas las mujeres en un rol orientado al cuidado y la alimentación, puede haber comportamientos de acercamiento y contacto hacia los niños sin que sean etiquetados como abusi- vos. En este sentido, las mujeres podrían ser capaces de disimular el abuso o conducta inapropiada durante las actividades diarias como parte del rol de cuidado o maternaje (Gannon y Rose, 2008). Asimismo, Shumba (2004) también da cuenta de la percep- ción respecto a este tipo de delitos perpetrados por mujeres, ya que postula que la relación entre los adolescentes varones y las mujeres adultas podría ser vista como una proeza sexual o una “iniciación”. El autor explica esta concepción social a partir de la creencia de que los hombres deberían tener mejores condi- ciones para enfrentar esta situación abusiva, en tanto son emo- cionalmente más fuertes. De la misma manera, Elliott (1993) y Hetherton (1999) refieren que las víctimas de sexo masculino tienden a percibirse como únicas respecto de este tipo de agresión femenina, por lo tanto, generalmente no denuncian o develan la situación de abuso, a causa de que experimentan sentimientos de

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