Agresiones sexuales: reflexiones acerca de la intervenciones psicológicas. volumen VI
338 Agresiones sexuales. Volumen VI . Elías Escaff Silva. en la infancia (Barudy, 2008), transformando el agresor al niño o joven en un objeto de gratificación sexual (Espinoza, Förster y Capella, 2011). Si bien existen diversas clasificaciones de las agresiones sexuales, para el presente artículo utilizaremos la distinción asociada al vínculo previo entre la víctima y el agresor. Ante ello una agresión puede ser clasificada como intrafamiliar —es decir perpetrada por un miembro con una relación consanguínea o política con la víctima— o extrafamiliar (Barudy, 1998; Policía de Investigaciones [PDI], 2004; Espinoza et al., 2011). Esta última además se puede diferenciar entre la agresión perpetrada por un conocido de la familia —por ejemplo, un vecino, profesional que trabaja con el niño, entre otros—, o un desconocido previo a la agresión (PDI, 2004; Espinoza et al., 2011). Dadas las características de la presente monografía, es preci- so además realizar otra distinción relacionada con la víctima de la agresión sexual. Echeburúa y Corral (2005) indican la existencia de tres tipos de víctimas. En primer lugar, se encontraría la víctima directa quien es el sujeto de la agresión sexual. En segundo lugar, se reconocen a las víctimas indirectas o secundarias, quienes se constituirían por aquellos que mantienen una relación afectiva estrecha con la víctima y que sufren un impacto emocional a par- tir del hecho debiendo a su vez adaptarse a la nueva situación (Echeburúa y Corral, 2005; Espinoza et al., 2011). En tercer y últi- mo lugar se constituirían como víctimas terciarias a los miembros de la comunidad que rodea a la víctima y que pueden verse afec- tados por el dolor y la indefensión ante acontecimientos futuros (Trujillo, 2002 como se citó en Echeburúa y Corral, 2005). A partir de las distinciones realizadas y la literatura revisada, la presente monografía establecería como premisa que los her- manos de niños y jóvenes agredidos sexualmente se constituyen como víctimas indirectas, ya que al mantener un vínculo estrecho con la víctima usualmente comparten un mismo contexto familiar, el cual se ve alterado dada la necesidad de reajuste asociada a la búsqueda de un equilibrio luego de la develación, así como por los sentimientos que despiertan en el propio hermano la agresión generándose un dolor o malestar subjetivo (Espinoza et al., 2011).
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