Agresiones sexuales: reflexiones acerca de la intervenciones psicológicas. volumen VI
300 Agresiones sexuales. Volumen VI . Elías Escaff Silva. sujeto presente de la experiencia consciente y simbólica, que ha- ciendo uso de la palabra hace memoria de aquel testigo del terri- torio arcaico, convocado por lo que se narra (Aceituno, 2003). Es decir, “…el yo de la enunciación es diferente y guarda distancia con el yo de lo enunciado” (Lacan, 1961–1962 como se citó en Aceituno, 2003). Así, la falta de esta distancia puede producir la desaparición del Yo (pasaje al acto, alucinaciones traumáticas, sueños traumáticos, revivencia de la experiencia, fijación con la búsqueda de justicia, insistencia de testimoniar, etc.), por ello en el testimonio esta diferenciación es facilitada por la palabra y la metáfora (Aceituno, 2003). Por lo anterior, la noción de testimonio está intrínsecamen- te relacionada con la de testigo, es por eso que en la literatura han denominado a quien testimonia como testigo sobreviviente. Este ha sido caracterizado como un lugar que implica, primero, un profundo sentimiento de culpa por estar vivos, y segundo, un deber ético (Aceituno, 2003; Chiantaretto, 2003; Morel, 2001) de- bido a que “...hablan en su lugar, por delegación: testimonian de un testimonio que falta… Quien asume la carga de testimoniar… sabe que tiene que dar testimonio de la imposibilidad de testimo- niar de otros” (Agamben, 2000, p. 85 como se citó en Aceituno, 2003), lo que implica que estos testigos del horror asumen un deber de memoria frente a los muertos o las tantas víctimas si- lenciadas y anónimas, transmitiendo lo indecible (Chiantaretto, 2003). Desde esta perspectiva las víctimas de violencia sexual se- rían efectivamente testigos integrales, ya que han enfrentado en algún nivel la propia muerte, por lo que coexisten en el lugar de víctima, pero también de sobreviviente. ¿Es posible pensar en- tonces que, así como las víctimas de guerra se culpan por haber dejado morir a un compañero, los sobrevivientes al trauma sexual se culpan por haber dejado morir a un yo anterior? ¿Será enton- ces un deber moral hablar por ese niño que fue agredido, buscar justicia, hacerlo oír, hacer sensible su lugar y respetarlo? Aceituno (2003) es tajante en afirmar que la experiencia de testimoniar en su sentido enunciativo siempre involucra a otro, el otro a quien es dirigido el mensaje, o como lo llama Morel (2001): el otro destinatario. Con ello, uno de sus objetivos es convocar
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