La vida de las mujeres teporeras de la región de O'Higgins: hogar, trabajo y salud

37 es donde tienen problemas los trabajadores, porque el trabajador, pucha, nunca le va a ganar a una persona de plata.” Los sindicatos, desde la mirada de varias de las entrevistadas, tampoco hacen lo suficiente para contrarrestar las irregularidades de los fundos y los contratistas. “Ojalá ayudasen”, dice una temporera, “pero yo en estas cosas no confío mucho. Por lo mismo que te digo, que en las empresas una ha recla- mado tantas veces y no hacen nada.” Otra señala que el sindicato no ha “pe- leado” por ellas, que “se quedan callados”. Además, algunas temporeras indi- caron que esas agrupaciones han dejado de lado su labor sindical, dedicán- dose solamente a organizar juntas sociales. No obstante, también hay tem- poreras que rescatan el rol de los sindicatos porque han visto que pueden ser de ayuda para mejorar condiciones laborales. Raquel, por ejemplo, dice: “Hemos ganado varias cosas, y eso es bueno. Nunca tuvimos un día adminis- trativo y lo ganamos. Así que por eso me gusta el sindicato.” Entre las temporeras existe el miedo a ser tildadas de “políticas” y “pro- blemáticas”por asociarse con sindicatos. Este miedo, sumado a que hay poca confianza en las instituciones, hace que las mujeres raramente contrarresten abusos a través de la organización colectiva. Cuando se atreven a hacer frente a las transgresiones, normalmente termina siendo de forma indepen- diente. Sus medidas son, por ejemplo, informarse sobre leyes y derechos, mantener las cuentas claras, exigir contratos y pagos, hacer denuncias a las autoridades y también, si es necesario, hacer demandas legales. “Antes que todo, hay que tener la información y las cuentas claras”, dice Gabriela. “A veces el problema es la falta de información y hay muchos empleadores que se aprovechan de eso, porque creen que una por ser del campo es tonta. Desde que entré a trabajar, he tenido tres claves en la parte laboral, siempre. Primero, la plata ¿cachai? Si 'ponte, yo lo anoto todo, ¿ca- chai? Yo llego a mi casa y anoto, pongámosle diez, ya, quince mil pesos. Entonces después saco cuentas no más (…) ‘Ponte , ya, llegué a fin de la semana o de mes y saco menos de lo que pensaba, entonces tengo que ver la falla. Entonces voy donde mi jefe, al que esté, le digo ‘¿por qué saqué esta

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