La vida de las mujeres teporeras de la región de O'Higgins: hogar, trabajo y salud
35 tanta la necesidad, ¿ pa'qué me tengo que quedar? (…). A veces se trabaja dos días sin saber nada, po’ . ¡Hasta no conocís al contratista!” Tal incertidumbre también implica la posibilidad de trabajar sin las condiciones de seguridad e implementos básicos, como dice Gabriela. “A mí no me gustan los contratistas porque son unos sinvergüenzas. No te tienen como dijera…los implementos. En un fundo ‘ponte tú, en tiempo de poda, tenís’ que usar gafas, te pasan gafas y guantes. Si tienes un accidente y es grave, viene la ambulancia del seguro, ¿cachai? El contratista no, po’. Tienes que ir al hospital y aguantar esa fila.” La máxima expresión de irregularidad en los contratistas es cuando, según varias temporeras de este estudio, no hacen contrato y además no les pagan a los trabajadores. “Una compañera tenía que esperar a que el contra- tista le pagara y el contratista no pagó nunca… No les pagó, se fue y no les pagó…decían que no sabían donde vivía, po’. Porque hay veces que hay gente que llega de contratista y no se sabe de dónde son”, relata Juana. Cuando Ana trabajaba a trato, también fue testigo de abusos por parte del contratista. Según señala: “Al trabajar con un contratista una no tiene estabilidad, no tiene, por decir, al final del día, ya, me gané mi día, gané veinte, veinticinco lucas. Uno no sabe con cuánto se quedan de esa plata …- yo sé que ellos también tienen que ganar dinero, pero no es justo con los trabajadores porque a veces se aprovechan. No son justos con los trabajado- res. ¡Quieren ganar lo mismo que ganan los trabajadores y eso no, po’! Y además ha pasado muchas veces que el contratista se manda a cambiar con la plata de la gente y ‘si te he visto no me acuerdo’ y no les pagan.” Ana reconoce que ella y la mayoría de las mujeres manejan poca infor- mación respecto a las leyes laborales, y que eso evita que puedan compren- der mejor la falta en la que incurren los contratistas. Ella también menciona que la irregularidad se fomenta por la necesidad económica urgente y situa- ción de precariedad que viven. Antes de obtener su trabajo actual, asegura que ella trabajaba sin contrato. “Yo hablaba con el jefe”, dice Ana, “y es verdad
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