La vida de las mujeres teporeras de la región de O'Higgins: hogar, trabajo y salud

21 pantes de este estudio tienen hijas e hijos mayores que están aportando a la economía y a las labores del hogar. Esto se describe como un gran alivio y descanso, ya que aseguran llevar muchos años trabajando en el campo para poder sustentarlos. También es una oportunidad para ganar libertad e inde- pendencia, al tener ingresos que pueden usar para su propio cuidado. Marisol, de cincuenta y ocho años, señala que sus tres hijos ahora son mayores y que son un gran aporte para el hogar. Debido a esta ayuda, ella cuenta que ya no siente la necesidad de ir a trabajar como en el pasado. “Antes sí lo sentía, e iba a trabajar incluso cuando estaba mal de salud”, dice Marisol. Pero hoy en día dice que va a trabajar dependiendo de cómo se sienta, “porque al final me tengo que cuidar también, porque creo que la salud está primero. Entonces más que nada creo que he trabajado hartos años y mis hijos están grandes y ya creo que ya los crié, ya. O sea, ahora claro, trabajo para mis cosas personales, para mis remedios, pagar mi teléfono.” Algunas temporeras tienen historias de grandes sacrificios del tiempo en que sus hijos e hijas eran pequeños. Antes de la pandemia por el COVID-19, en el año 2019, Macarena viajaba al fundo desde Santiago cada semana. Desde la zona norte de la ciudad, viajaba por tres a cuatro horas en bus para llegar al fundo. En esas instancias se quedaba donde su madre, que es de la zona, por los días que duraba el trabajo. Luego volvía a Santiago donde sus hijos. Así fue por un largo período, años que ella describe culposa- mente como “duros para mí, y sobre todo para mis hijos.” Finalmente, con el tiempo, los hijos decidieron seguir a su madre e irse a vivir con ella y sus abuelos en la Región de O’Higgins. El más joven, de quince años, comenzó a estudiar en la escuela local y el mayor, de dieciocho años, decidió trabajar en el mismo rubro que ella. En los hogares de las mujeres temporeras la mercadería se obtiene en masa, cuando “los tiempos son buenos”. Se compra una manga de arroz, cajas de aceite, varios kilos de sal, azúcar, cereales, entre otras cosas. En invierno sólo se trabaja para, como dice Gabriela, “completar el refrigerador”. Esto puede cambiar dependiendo de si existen más ingresos en el hogar por

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