Guía de educación antisexista

GUÍA DE EDUCACIÓN ANTISEXISTA 75 corporalidad, a excepción de la mente, procurando focalizar lo cognitivo como único procedimiento que puede proyectarse-asociarse en una parte muy específica del cuerpo (la cabeza, cerebro y sus neuronas). Fisurar y hacer trizas la dicotomía clásica que ha sostenido el modelo racional de la ciencia, donde se divide dicotómicamente mente/cuerpo es uno de los estatutos y consecuencias de una educación anti-sexista. El aula desde esta propuesta surge como un espacio de encuentro, donde se revitaliza el pensar en conjunto, proponiendo una amalgama entre lo teórico y lo experiencial, es pensar con nuestros cuerpos, con la propia historia, con el contexto y las experiencias. Siguiendo a hooks (2021) la labor pedagógica feminista es una pedagogía afectiva que promueve la pasión y el placer por las ideas y por el pensamiento critico, a diferencia de otras experiencias en el aula signados por el desinterés y apatía, sobre todo cuando los conocimientos se entregan de forma autoritaria y desligados de la experiencia de quienes componen la sala. Esto implica desarrollar la capacidad docente de inspirar el compromiso político de parte de les estudiantes (Manicom 1992). También implica reconocer que las emociones no están ausentes de la cultura académica, sino que tal como señala Winans (2012), algunas de ellas están sobrevaloradas y potenciadas, como la distancia, la frialdad y la dureza, en tanto signos de cultivación, mientras que otras emociones se perciben como debilidad y son desalentadas. Reconociendo al mismo tiempo que esta jerarquización emocional se organiza en términos generizados, con la valoración de emociones vinculadas a la “racionalidad” como “masculinas” y otras a la “sensibilidad femenina” (Ahmed 2014). Trabajar el rol de las emociones en el aula no significa terminar potenciando algunas emociones en particular (cualesquiera que sean aquellas percibidas como “positivas”), sino que cultivar lo que Winans (2012) llama una “alfabetización emocional”, entendida como una mayor conciencia de los roles que estas juegan en la negociación de la identidad, el impacto de las reglas emocionales en nuestra comunidad y las diferencias, y cómo las emociones guían nuestros patrones de atención y construcción de (distintos) conocimientos. Una pedagogía que considere la dimensión afectiva, es,

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