Guía de educación antisexista
40 GUÍA DE EDUCACIÓN ANTISEXISTA En consecuencia, se constata una profunda desvalorización y omisión de intelectuales femeninas al interior del currículum de las asignaturas y en los contenidos que se proyectan para la formación disciplinar de la Facultad. Estas históricas exclusiones de pensadoras relevantes para las ciencias sociales dan cuenta del estatus subalternizado de saberes feministas y teorías queer, en tanto éstos emergen como campos de saber que desafían las concepciones sexistas, racistas, adultocentristas, y colonialistas de las epistemologías tradicionales. A lo anterior se suma un ambiente académico altamente competitivo, funcional al sistema político-económico neoliberal, donde impera la figura descorporeizada del académico cuya principal responsabilidad en la vida es la productividad en el trabajo (Bailyn 2003). Estas lógicas han perpetuado una “ficción igualitaria”(Rodigou et al. 2011) que es sostenida por mujeres y hombres profesionales que incorporan la creencia en un sistema voluntarista e individualista de logros académicos que se instala como independiente de las desigualdades de género. Este modelo hegemónico de academia neoliberal competitiva no reconoce ni valora las labores de cuidado que tradicionalmente ejercen las mujeres (cuidado de niñxs, enfermxs, personas en situación de discapacidad), insistiendo en normalizar un modelo de excelencia académica competitivo donde la posibilidad de escalar en el ámbito laboral parece depender únicamente de las capacidades y méritos personales (Conesa y González 2018). De acuerdo con esta misma lógica, la colaboración y cooperación se pueden entender como muestras de debilidad, de modo que, por ejemplo, compartir abiertamente una idea que se está trabajando es asumido como ingenuidad, puesto que, dentro de esta lógica, lo que prima es el beneficio personal por sobre el colectivo. Para hacer frente a la academia neoliberal acelerada (Conesa y González 2018) y competitiva es que una educación feminista también ha sido abordada como una “ética del cuidado” (Crabtree, Sapp, y Licona 2009; Tronto 2013; Troncoso, Follegatti, y Stutzin 2019) que busca desplazar al sujeto productivo para apostar al cuidado y la interdependencia como éticas de relaciones humanas. Desde una ética del cuidado se
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