Especulaciones sobre el mundo desde América Latina

99 Más allá del reclamo de mantener el legado de los patriotas, Cristina Fernández contraponía a los gobiernos progresistas del siglo XXI con los otros regímenes que generalmente lideraron Argentina y América Latina tras la independencia. A di- ferencia de los gobernantes presentes en el Bicentenario, que era un festejo lati- noamericano y “popular”, los dirigentes previos no habían asumido con orgullo su latinoamericanidad (C1). El Centenario de Argentina se había celebrado en “estado de sitio” y los líderes oligárquicos habían invitado “a un miembro de la Casa Real de España” con el deseo de parecerse “a Europa” en vez de “ser nosotros mismos, americanos, latinoamericanos” (C1). De manera similar, en el 2015, durante una Cumbre de las Américas, Cristina Fernández explicó que las elites que gobernaron tras la independencia habían sido las responsables de que “algunos” países si- guieran siendo “países emergentes” -en referencia a América Latina- mientras que “otros” -en referencia a EE. UU.- se hubiesen convertido en “una gran potencia”. La dirigencia de EE. UU. no había sido como “las elites que gobernaron nuestros países y que miraban a Europa o al Norte para ver qué mandato les daban” (C4). Adicionalmente, Cristina Fernández extendía hasta la actualidad la dualidad en- tre gobiernos defensores de los intereses nacionales/latinoamericanos y dirigen- tes sometidos al extranjero. En 2016, con el “giro a la izquierda” llegando a su fin, Cristina Fernández utilizó el tiempo verbal en pasado para narrar en un discurso ante la Asamblea Nacional del Ecuador los éxitos de la “Patria Grande”, que había sido un “proceso virtuoso inaugurado por la región en el siglo XXI” (C6). Los go- bernantes nacionales y populares habían estado unidos por primera vez desde la independencia en la defensa de América Latina y la búsqueda de igualdad e inclu- sión. Cristina Fernández reconoció que en el siglo XX habían gobernado, a veces, líderes nacionales y populares como Perón en Argentina, Ibañez en Chile, o Gou- lart en Brasil, pero lo habían hecho divididos. No habían tenido “esa integración que logramos nosotros” (C6). En contraposición, los sectores “conservadores” que estaban alcanzando el poder no defendían el interés nacional o latinoamericano. Eran definidos como grupos “articulados” desde afuera con “un cassette que viene de otra parte” y que les hacía repetir “el mismo discurso en toda la región” (C6). La unión de América Latina a través de gobiernos de izquierda, entonces, se esta- bleció discursivamente como crucial para alcanzar la soberanía y emancipación de la región. Latinoamérica emergía como un sujeto constitutivo de la identidad po- lítica, hasta el punto de que, en 2015, Cristina Fernández cerró su último discurso ante la ONU con una metáfora filial: “Quiero irme también haciendo un homenaje al continente del cual me siento hija, Latinoamérica” (C5). Narraba con un len- guaje emotivo los éxitos latinoamericanos, indistintamente del país, refiriéndose a los acuerdos de paz en Colombia, la acogida de estudiantes latinoamericanos en Argentina, y la mejora en las relaciones cubano-estadounidenses. Este último

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=