Especulaciones sobre el mundo desde América Latina
36 a fines de la Guerra Fría asocian a la gobernabilidad con la producción de formas de agitación o control del malestar y definen el rol del Estado como proveedor de seguridad. Por lo tanto, la deportabilidad debe entenderse también como la expo- sición y agitación a través de actos de habla dirigidos hacia la población nacional. Sólo mediante la espectacularización de las migraciones y, específicamente, de la ‘deportabilidad’, el Estado es capaz de movilizar efectivamente los imaginarios de legalidad y la hegemonía de su poder soberano (De Genova, 2013). En el caso chileno, estas políticas de deportación y deportabilidad están directa- mente relacionadas con el aumento de la población migrante que se ha cuadru- plicado en los últimos 10 años, en los cuales existieron una serie de regulaciones de ingreso y materialización de garantías como el acceso a la seguridad social, educación y residencia (Stang, 2012, 187). Así, el Estado chileno comenzó, desde 2016, con una agenda de expulsión de migrantes considerados como ‘excedentes’ (Vasquez & Umpierrez de Reguero, 2021, 61), al mismo tiempo que buscaba disci- plinarlos a partir de amenazas frecuentes y la criminalización y la incitación a la xenofobia y racismo en su población (Stang, Lara, & Andrade, 2020, 191). 3. Securitización de las Migraciones: una parte fundamental de la desnaturaliza- ción de los regímenes de fronteras es la pregunta permanente por las estrategias con las que la migración es producida como un problema de seguridad. Es decir, cómo se reproducen en ámbitos estatales y no estatales creencias y prácticas que transforman las migraciones internacionales en asuntos de control y vigilancia en el espacio nacional. No obstante, como mencionamos más arriba, también deben cuestionarse las prácticas de apertura o facilitación del ‘movimiento seguro’. En este último punto, se ha establecido que el humanitarismo en el gobierno de la migración produce estrategias de legitimación del control estatal distintas a la “seguridad del Estado”, por ejemplo, descentrando su discurso securitario hacia la misma seguridad individual de los migrantes para controlar sus prácticas (Bigo, 1997, 84). Este tipo de perspectivas teóricas han alimentado un punto de vista crí- tico a las políticas “con rostro humano”, mediante las cuales numerosos actores en el concierto sudamericano han diseñado políticas de movimiento seguro que, sin embargo, coexisten con un fuerte control al desplazamiento internacional (Do- menech, 2013). Como mencionamos, los Estados en Sudamérica han intentado capitalizar el au- mento de flujos poblacionales bajo un modelo de ciudadanía global e integrada en un discurso de derechos humanos, sin embargo, como esto no implica la renuncia a priorizar el control y seguridad nacional, el “giro punitivo” es considerado como un aumento en las restricciones al movimiento migratorio. En este sentido, el caso chileno, se caracteriza por la retirada del discurso humanitario de las iniciativas le-
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