Especulaciones sobre el mundo desde América Latina

148 minorizar a esos “otros”, invalidando sus competencias para resolver conflictos propios. La multiplicación de las ONG en Haití, mayoritariamente no-haitianas, que no han hecho sino hacer del Estado un cuerpo absolutamente prescindible, es la manifestación de ello. Con todo, por voluntad de las potencias, Haití devino en un Estado deseadamente fallido transformado en un extenso y duradero campo de entrenamiento militar para el orden público de otras naciones, un simulador de respuesta para las catástrofes de otras decenas de Estados del mundo, un blan- queamiento humanitario de un tipo de acumulación de capital de organizaciones que en teoría aluden que no tienen fines de lucro. La inspiración universalista que anima las ocupaciones de esta naturaleza, en el fondo, es profundamente particularista, como usualmente son los móviles real- mente existentes del imperialismo y del colonialismo. Si bien el universalismo cuando se devela incompleto puede ser un instrumento de ampliación de la propia ciudadanía y de la agencia pública, incorporando en estos ámbitos a quienes no habían accedido a él hasta entonces, en casos como la ocupación de Haití parecie- ra que no ha sido objeto de esfuerzos suficientes para ser develado no solo en su incompletitud, sino también en su arbitrariedad y crudeza. Impresiona que, justa- mente por esto último, no sea objeto de una crítica aun en conducciones progre- sistas de los Estados que fueron parte de estas ocupaciones militares. Construida como una iniciativa de “humanitarismo armado”, la Misión de Paz ya como institución del “derecho a la injerencia”, en su justificación pública no mues- tra, sino que esconde sus armas al mundo, simulando estar imbuida solo del com- ponente más genuino de lo humanitario. Recurre a representaciones discursivas oficiales, instrumentales, financiadas y masificadas para construir su legitimidad. De este modo, la instrumentalización del discurso para la justificación de la inter- vención va a manifestar que la acción humanitaria, como versan sus definiciones más básicas, “se basa en la profunda convicción de la igual dignidad de todos los seres humanos y de la obligación universal de promover el bienestar humano” (Petrone 2). Pero, al mismo tiempo, la Misión de Paz cree tener el derecho de que otras naciones que la coordinan, denominadas “comunidad internacional”, tengan el derecho exclusivo de garantizar por la fuerza de la intervención aquello, aun al precio de pulverizar la autonomía nacional. En tal sentido, son dispositivos que mancillan la autodeterminación. Es indudable que las ayudas humanitarias, que hasta hoy abastecen una mayoría significativa de servicios en el país ocupado, han contribuido al suministro y a la atención a una población necesitada. Negarlo sería oscurecer una parte importan- te de los acontecimientos. Sin embargo, lejos de evaluar el altruismo como una agencia pura, me hago la pregunta por lo humanista, en su sentido amplio y críti-

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=