Especulaciones sobre el mundo desde América Latina

146 El 99% no fue inyectado en ninguna institución pública haitiana (Seintefus 322), siendo coordinada por ONG, agencias humanitarias, contratistas privados y ac- tores no estatales. Cuando uno recurre a fuentes de estudio sobre esta materia, de la cual solo estamos en condiciones de establecer algunos trazos modestos, llama increíblemente la atención las altas cifras que manejaron las ONG y la poca transparencia con que se ha actuado en general durante la primera década del siglo XXI como también desde 2010 en adelante, especialmente en lo que refiere al todavía inconcluso proceso de reconstrucción. Respecto a lo primero, desde 1998 a 2008, “donor countries spent at least $4.8 billion on Haiti aid. Per capita, Haiti was getting more than double the world average and more than much of sub-Saharan Africa, including Somalia and Sierra Leone” (Katz s/p). Sobre lo segundo, solo por hacer una comparación, de acuerdo a los datos de donadores tanto públicos como privados, Haití recibió cerca del 8% de su PIB en ayuda internacional; Francia, en todo el Plan Marshal, no recibió más del 2% de su PIB. Sin embargo, las instituciones siguieron subsumiéndose en un proceso de extre- mo debilitamiento, alentado por la multiplicación de ONGs que controlaban, ya desde el año 2006, más del 80% de los servicios públicos brindados en el país. El asistencialismo humanitarista coartó las redes de socialización y solidaridad del propio pueblo haitiano (Zavaleta y Franco), inhibiendo incluso los procesos autó- nomos de politización y del ejercicio de la ciudadanía. Por su parte, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas decidió aumentar su presencia militar en su Reso- lución N°1908 del mes de enero de 2010. En esta multiplicación del contingente de guerra para el orden público en el momento de crisis humanitaria producida por el terremoto, la USAF ( Unites States Air Force ) accedió a tener el control aéreo de todo el territorio haitiano, ubicado a solo 70 kilómetros de Guantánamo. Mientras tanto, en la superficie del país caribeño, los instrumentos de calidad de vida de la comunidad internacional demostrarían que, a pesar del desfile de millones de dólares, de cascos azules y de ONGs, los ciudadanos haitianos no verían aumentar su Índice de Desarrollo Humano más que de un 0,481 del 2012 a un 0,498 en 2017. Su Estado no adquirió fuerza ni acabó con la corrupción ni el crimen organizado; por el contrario, cada día tiene menos control de sus territorios 6 . 6 Al respecto, resulta sugerente la novela Les villes de Dieu (2021) de Emmelie Prophète, que repre- senta con espeluznante claridad el nivel de control cada vez mayor que las bandas criminales tienen en ciudades y campos de Haití.

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