Especulaciones sobre el mundo desde América Latina

143 lo que contó con el decidido apoyo del presidente chileno Ricardo Lagos, quien integraba como miembro entre 2003 y 2004 dicho Consejo. Frente a la polémica, con reproches de ida y vuelta frente a la injustificada invasión militar a Irak, de todas formas Estados Unidos comenzó su invasión al país del Medio Oriente en 2003. Bajo la justificación del desarme nuclear del país liderado por Sadam Hus- sein, y para utilizar los recursos petroleros iraquíes con el fin de reconstruir el daño terrorista en territorio estadounidense, cargados de bombas aéreas y una gran infantería, el CSNU acompañó desafasado y apoyó ex post el plan Bush, a través de la resolución que aprobó el arribo de ayuda humanitaria a Irak. Las tensiones que experimentó la “comunidad internacional” por no haber con- seguido la completa legitimación de la empresa de ocupación en Irak laceró, en parte, al propio multilateralismo como modo de articulación de política interna- cional. Si los Estados más críticos en la materia le dijeron “No” a la invasión en Irak, encontraron en la crisis haitiana un acontecimiento que, aunque no carente de disputas diplomáticas, generó un clima inicial de mayor consenso. Este aumen- to en los niveles de acuerdo, sin embargo, no fue mero resultado de decisiones espontáneas de las naciones. Respondían, más bien, a una “nueva división del trabajo en seguridad internacional” (Benítez Manaut 10) que cobró forma a par- tir del fin de la guerra de los Balcanes. En tal escenario, los países de Cono Sur adoptarían un mayor involucramiento en operaciones de paz bajo el mando de la ONU, especialmente Chile, Brasil, Argentina y Uruguay que por entonces habían “apostado por recolarse como actores geopolíticos en el sistema internacional de seguridad” (Benítez Manaut 10). Al año siguiente de la invasión en el país del Medio Oriente, en este marco inter- nacional bullido de guerra y diplomacia, los ojos de la comunidad internacional se volvían también sobre una creciente crisis política interna de la República de Haití, el cual coincidía con la víspera de su bicentenario. Esta severa crisis política y so- cial que experimentaba el gobierno de Aristide era protagonizada por una masiva y combativa movilización social que fue duramente azolada por los órganos repre- sivos del Estado, especialmente contra los estudiantes, lo que provocó “la caída del mito de la popularidad absoluta de Aristide y significaron la ruptura de toda la lógica de funcionamiento del sistema basado en la represión, la intimidación, la manipulación y el inmovilismo de los ciudadanos, quienes desafiaban al miedo y la brutalidad” (Pierre-Charles 217). El 29 de febrero de 2004, en medio de una in- contrarrestable protesta popular y de la venia de los Estados Unidos, se consumó el golpe de Estado contra el presidente Aristide, cuyo régimen había devenido en un crudo despotismo represivo, incapaz de garantizar condiciones de acuerdo con una oposición democráticamente articulada. Fue así, una vez más, derrocado y trasladado por marines a la República Centroafricana.

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