Especulaciones sobre el mundo desde América Latina
135 colonialismo, el nazismo alemán, la Guerra Fría y el orientalismo, muestran que los procesos de racialización y la confrontación étnica son centrales en la geopolítica mundial y los Estados nacionales responden a esa lógica. Los conflictos sociales actuales y el protagonismo político de los pueblos que han sido racializados por el colonialismo ponen en evidencia la injusticia que se deriva de ese sustrato racial, que no por ser negado en el lenguaje políticamente correcto ha dejado de existir (la ultra derecha, como bien sabemos, ni siquiera se preocupa por esa corrección). No se pudo ni se podrá construir Estados nacionales sólidos e integradores si el factor de raza está inmiscuido porque esto impide una real participación democrática. En medio de estos discursos beligerantes de los gobiernos chileno y colombiano que tomamos como punto de partida para este ensayo, hubo actos significativos de ampliación democrática y construcción de una identidad en común. Por ejem- plo, en el caso chileno, la reunión en cabildos autoconvocados al día siguiente del estallido para discutir sobre los motivos del descontento social, sobre las reformas al Estado y su vinculación con la sociedad, que diera más poder a las comunidades (con toda su diversidad). Respecto a la tradición en común, tanto en Chile como en Colombia se produjo el derribamiento de la estatuaria pública que ensalzaba a los colonizadores, muchos de ellos vinculados a procesos de esclavitud, patrona- je o derechamente exterminio de indígenas y afrodescendientes. Estas esculturas no fueron derribadas únicamente por la vinculación –congénita aún– con la clase dirigente, sino como determinación de construir un futuro donde estas formas de explotación colonialista no se admitiesen más, por lo tanto, se trata de acciones donde radica la puesta en marcha de un discurso antirracista en el cual sea posible encontrarnos. Entonces, y pensando alternativas que encarnen las ideas de los movimientos po- pulares actuales de la región, y hablando sobre los sentimientos que movilizan la voluntad política, son inspiradoras estas palabras que el desaparecido Edward Said nos proponía: (…) estos sentimientos preparan el camino para la disolución de las barreras culturales así como del orgullo civilizador que impide ese tipo de globalización benigna que ya puede encontrarse, por ejemplo, en el movimiento ecologista, en la cooperación científica, en la preocupación universal por los derechos humanos y en conceptos de pensamiento global que subrayen lo comunitario y pasen por encima de lo racial, del género o de la dominación de clase (2005, Said, 558). En definitiva, podría decirse que efectivamente vivimos una guerra, pero una gue-
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