Especulaciones sobre el mundo desde América Latina

131 La lógica de la guerra jugó, nuevamente, un papel central en la construcción de esta nueva hegemonía encabezada por el agente estatal. La guerra es, por lo tan- to, una forma de sistematizar esos nuevos órdenes y, tal como se ha tratado de afirmar en este artículo, se perfila como una operación política y cultural, y no exclusivamente militar. Vista así, tiene que ver no sólo con la obtención del poder sino también con su administración por tiempos prolongados. En ese sentido, es una lógica de guerra que se gana fundamentalmente disuadiendo. Esa relación entre guerra, Estado y sistema político que caracteriza a los Estados nacionales continúa su reformulación tras la debacle de los proyectos desarro- llistas y de las apuestas revolucionarias por la distribución. Esto se aprecia en el período de los golpes de Estado de los años setenta, que es cuando la lógica de la guerra se materializa de las maneras más brutales, construyendo enemigos inter- nos y persiguiendo su aniquilación, estableciendo incluso una burocracia acorde a esa tarea autoimpuesta por el brazo armado de las oligarquías que retoman el Estado (un problema que también analizó Arendt, resumido en su célebre frase “la banalidad del mal”). El neoliberalismo expandido tras el fin de la Guerra Fría en la región, pero iniciado varios años antes en Chile, despliega también esa lógica, construyendo una ideología acorde al objetivo de eliminar la disidencia respecto de un modelo de modernización que precariza, una vez más, la democracia, al dis- tanciar más que nunca la dimensión representativa de la distributiva, tanto del poder político como de los bienes económicos. Su momento anterior, el de las dic- taduras que hizo posible su posterior implementación, había instalado las claves discursivas centrales: que la modernización es un asunto técnico y que las ideolo- gías son un perjuicio para la sociedad, siendo responsable de esto la clase política. Cualquier inconformidad con el nuevo modelo y sobre todo cualquier expresión de ella, ha sido perseguida con una retórica de la guerra que acusa la ideología y la política como pecado que caracterizaría a los enemigos internos del nuevo progreso 13 . Si bien las dictaduras implementaron con fuerza una idea de nación excluyente y monocultural de acuerdo a los principios de la doctrina de seguridad nacional, allanarían el camino a la implementación del modelo neoliberal que mantuvo al- gunos de estos principios generales al mismo tiempo que flexibilizaron ese con- cepto de nación en aras de un nuevo cosmopolitismo acorde a las lógicas del capi- tal financiero. Una muestra de aquello es la apertura de sus contenidos hacia un modelo multicultural en muchos países de la región (Zapata), que refleja además la escasa lealtad que los sectores más neoliberales de las élites tuvieron con la 13 Cabe agregar que la implantación de la doctrina de seguridad nacional provocó la crisis del latinoameri- canismo en tanto paradigma ideológico vinculado a horizontes emancipadores de izquierda.

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