A 50 años del inicio de la fonoaudiología en Chile: experiencias y desafíos actuales en salud pública
98 → ї En los talleres trabajamos en espacios mixtos donde era evidente una supremacía de los hombres por sobre las mujeres, la cual se expresaba en que los ellos solían tomar más turnos de habla, interrumpir a sus compañeras, realizar comentarios sexistas y/o hablar con la convicción de estar siempre en lo correcto. Por su parte, las mujeres cedían sus espacios de habla sin cuestionarlos, no contradecían los comentarios de sus compañeros y reforzaban posicionamientos sexistas. Durante las sesiones fue necesario atender este ejercicio de poder, sosteniendo una permanente vigilancia y accionando para generar contextos de trabajo igualitarios. → ї El poder también se expresó entre las mujeres. La interseccionalidad nos permitió comprender cómo ciertas categorías identitarias —clase social, nivel del estudios, entre otras— puede generar nuevas opresiones incluso entre sujetos que comparten categorías (Cubillos, 2015). En los talleres participaron mujeres diversas y algunas con historias de privilegios muy marcadas, lo que generó ejercicios de poder similares a los descritos en espacios mixtos, pero expresados de forma más sutil. En estos casos, continuamos en la permanente vigilancia y acción, pero además sostuvimos conversaciones dentro del equipo para problematizar este aspecto no pesquisado por las estudiantes. → ї El poder también se podría haber expresado dentro del equipo pues, considerando los mismos fundamentos de la teoría feminista interseccional, era esperable que yo —en mi rol de profesora— pudiese sostener una supremacía sobre las estudiantes en práctica. Este poder se podría haber expresado en la toma de decisiones unidireccionales, en el rol dentro de las sesiones y en la valoración de mis comentarios, a partir de mi experiencia, entre otros. Sin embargo, vivir una vida feminista , como señala Sara Ahmed, propone crear vínculos más igualitarios con las personas (Ahmed, 2021) y, desde este lugar, me propuse trabajar. Procuré instalar una ética feminista desde el trabajo horizontal, nombrándonos desde nuestros nombres de pila y no desde nuestras posiciones, escuchando, respetando sus posicionamientos, aceptando sus subjetividades, validando sus roles directivos dentro de las sesiones e incluso, cuando debía retroalimentar y facilitar un proceso de aprendizaje a partir de sus errores u omisiones, dialogar desde el respeto y reconociendo sus propias historias y experiencias construidas.
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