A 50 años del inicio de la fonoaudiología en Chile: experiencias y desafíos actuales en salud pública
96 reconozcamos, pues esos lugares —desde donde miramos el mundo— siempre influenciarán el conocimiento (en este caso la práctica) que producimos (Harding 1987, citado en Martínez et al., 2014). A partir de lo anterior, me surgió la pregunta: ¿Cómo abordamos la neutralidad en el contexto de terapia? A continuación, se presentan algunos ejemplos: → ї Comprendiendo la subjetividad constatamos que era imposible ser neutral. Por lo tanto, la práctica se instaló desde esa premisa, sobre todo dentro del equipo, observando las diferencias, sin pretender negarlas. Señala Audre Lorde que “no son nuestras diferencias las que nos dividen. Es nuestra incapacidad para reconocer, aceptar y celebrar esas diferencias” (Lorde, 1986 citado en Porter, 2016). Por lo tanto, en la construcción colectiva del proceso terapéutico, junto con las estudiantes, se buscó estar expresadas respecto de nuestras diferencias (metodológicas, prácticas e incluso personales), pues desde el ejercicio del diálogo veíamos un potencial de crecimiento mutuo. → ї La neutralidad tampoco estuvo presente entre las personas participantes. Recogimos sus subjetividades, expresaron sus emociones, presentaron sus puntos de vista y, como era de esperar, emergieron sus diferencias. En ese sentido, se procuró reconocer el valor del propio lugar y de la propia historia, sin negar las distancias que se generaban en las formas de ser- hacer-saber, rescatando que, desde esas diversidades, solo se aportaban infinitas posibilidades. En definitiva, buscamos siempre generar los espacios de diálogo respetuoso, incluso si nos sentíamos interpeladas e interpelados, pues abrazamos la idea que “la no-neutralidad es ética”. Lo personal es político Desde la década de 1970 las feministas señalaron que “lo personal es político”, es decir, que la esfera de lo personal —lo íntimo, lo cotidiano— está condicionada políticamente y sujeta a las relaciones de poder que estructuran la vida misma, por lo tanto, lo individual es inseparable de lo social y no es posible sentar una división entre lo público y lo privado-personal (Amorós y de Miguel, 2008; Carosio, 2017). Los sistemas de creencias dados por el orden social patriarcal han atribuido a mujeres y hombres un lugar en el mundo y un modo de producir la vida que es diferente, instalando sobre ellas la responsabilidad histórica de
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