A 50 años del inicio de la fonoaudiología en Chile: experiencias y desafíos actuales en salud pública

250 considerado dentro del recurso humano clínico, a diferencia de otros profesionales no médicos como psicólogos, trabajadores sociales y terapeutas ocupacionales. Es a partir de ese sentido de especialidad y alta densidad tecnológica de los CSMC —junto con la visualización emanada de los equipos sanitarios en cuanto a las crecientes necesidades sentidas por los usuarios y sus familias—, que las y los fonoaudiólogos han sido contratados en estos centros durante los últimos años, principalmente para trabajar en los equipos clínicos infantoadolescentes. Desde un punto de vista social, la salud mental no puede reducirse al escenario individual de la persona afectada. Por el contrario, se debe comprender al individuo con condiciones de salud mental dentro del conjunto de sus relaciones interpersonales familiares, grupales y sociales. Por tanto “depende de cómo se siente el individuo frente a sí mismo, cómo se siente frente a otras personas y en qué forma responde a las demandas de la vida y de su ambiente” (Macaya et al., 2018, pp. 6-7). En este contexto, la comunicación ocupa una posición importante, puesto que ciertos estilos de relación interpersonal y/o informacional pueden contribuir a crear tensiones, y estas a su vez precipitar la aparición de sintomatología en personas con estados mentales de riesgo (Gaspar et al., 2020). Ante esta situación, las y los fonoaudiólogos como profesionales de la comunicación tienen un rol relevante que desempeñar, interviniendo en las dificultades comunicativas, cognitivas y de alimentación que pudieran presentarse en los usuarios con situaciones de salud mental. Parece ser, entonces, que se mira la fonoaudiología con bastante desconocimiento respecto de sus campos de acción en la salud y calidad de vida de las personas de todas las edades, quedando la impresión de que su práctica se reduce solo a una edad y diagnóstico específico, quizás influida por el creciente diagnóstico del trastorno del espectro autista (TEA) y la antigüedad que tiene en su Guía de práctica clínica (MINSAL, 2011), en donde se mencionan con especificidad las funciones y prestaciones fonoaudiológicas, a diferencia de otras guías ministeriales de salud en donde esto no se considera. Dicho lo anterior, desde la experiencia particular que se relata es preciso mencionar que, a diferencia de esta mirada reduccionista, desde un comienzo del ejercicio de la profesión existió libertad para intervenir con población de distintas edades y con diversos diagnósticos de salud mental en los campos de acción fonoaudiológica, lo que sin duda implicó desafíos laborales importantes que se comentarán más adelante.

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