A 50 años del inicio de la fonoaudiología en Chile: experiencias y desafíos actuales en salud pública
247 PRESENTACIÓN Y CONTEXTO En nuestro país, la inserción y desarrollo de la fonoaudiología en contextos sanitarios ambulatorios y comunitarios de salud mental ha ido en aumento durante los últimos años, con una creciente contratación de profesionales en distintas regiones. La necesidad de usuarios con situaciones de salud de origen mental y sus familias, el diagnóstico oportuno de los mismos, el desarrollo de investigaciones en el área de salud mental y la perspectiva de conformación de equipos interdisciplinarios de salud comunitaria han puesto sobre la mesa requerimientos de intervenciones del quehacer fonoaudiológico que no se encontraban suficientemente cubiertas. En efecto, la enseñanza de pregrado de la mayoría de las universidades de Chile que imparten la carrera de Fonoaudiología no cuenta con una formación extensa ni específica en temáticas de salud mental como, por ejemplo: suicidio, vulneración de derechos, consumo de sustancias, contención emocional, protección a la infancia, y políticas públicas en salud mental, entre otros. Dada su complejidad, estas materias debieran conocerse y tenerse presentes al momento de trabajar con usuarios, sus familias, comunidades y con otros equipos de áreas educativas, sociales y de salud, lo cual constituye un desafío para la formación de los fonoaudiólogos (Del Campo et al., 2019), donde el 45% de los fonoaudiólogos docentes entrevistados “piensa que la actual formación de pregrado no está alineada con los retos que enfrentarán los profesionales jóvenes al ingresar al mundo laboral (p. 6)”. Así también, la preparación de las y los fonoaudiólogos en habilidades socioemocionales para enfrentar temáticas tan difíciles como las mencionadas, queda relegada al aprendizaje y desarrollo autodidacta de cada profesional, junto con lo que se puede adquirir una vez que se ha comenzado a trabajar en el área: saber cómo desenvolverse en situaciones complejas con los usuarios y sus familias, como por ejemplo encuadrar a familiares ante negligencias, informar decisiones clínicas durante el proceso terapéutico o dar contención emocional ante una descompensación. Parece relevante, entonces, que el aprendizaje clínico en los profesionales de salud no se restrinja solo a los aspectos técnicos de la formación, sino que también considere una educación psicosocioemocional que permita reconocer las distintas realidades que existen en cuanto a necesidades de salud y socioculturales de los usuarios, familias y comunidades con las que se va a trabajar (Matus et al., 2020).
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