A 50 años del inicio de la fonoaudiología en Chile: experiencias y desafíos actuales en salud pública
116 No debemos olvidar que mantenernos en la perspectiva de la competencia cultural fortalece la medicalización de las experiencias y, por lo tanto, favorece la patologización hacia las personas. Por ello, en el caso de las experiencias sexo- genéricas, es tan frecuente encontrar relaciones de poder del tipo “profesional- paciente”, en donde los énfasis están en la corrección de lo incongruente en términos del cuerpo y del sexo (Eckhert, 2016). Incuso, es posible encontrarse con espacios de salud mercantilizados, donde la imagen que propone el mercado es la de la máxima corrección de la incongruencia en términos binarios, por tanto, las discusiones se centran frecuentemente en cómo hacer una voz más femenina o masculina. Entonces, ¿qué pensamos cuando publicamos nuestros servicios de “terapia vocal” en redes sociales mostrando el antes y el después del proceso de “cambio de voz” vivido por una p T/NB?, ¿cómo esta acción puede ser violenta para dicha comunidad?, ¿cómo esta acción puede contribuir a perpetuar estereotipos de género binarios, hegemónicos y cis-heteronormados?, ¿cómo esta ingenua acción puede fomentar aún más la transfobia en la sociedad cuando una voz no suena como “debe” sonar desde la perspectiva binaria del género? Estos y otros cuestionamientos —como la relevancia del uso de pronombres neutros— son posibles de incluir en nuestras propias reflexiones cuando estamos próximos a una perspectiva centrada en la humildad cultural. CONCLUSIONES La comunidad de p T/NB ha sido históricamente vulnerada en sus derechos, en diversos ámbitos y a lo largo de su curso de vida, por ser concebida como un grupo de personas mentalmente enfermas. Quienes trabajamos en el área de la salud hemos recibido una formación tradicionalmente cis-heteronormada y bajo un enfoque fuertemente medicalizante y culturalmente competente. Esto ha favorecido la mantención de relaciones desiguales de poder entre quienes brindan atención en salud y quienes la reciben, promoviendo una mirada patologizante acerca de las experiencias sexo-genéricas. Por ello que el “qué decimos” o el “cómo lo hacemos” no debiera ser indiferente ante nuestros ojos. Así, se hace necesario y urgente contar con una formación profesional, de pre y posgrado, que permita trabajar desde modelos de acompañamiento en salud afirmativos y despatologizantes. Ante este contexto, formarse y trabajar desde la perspectiva de la humildad cultural nos desafía a no ser exclusivamente competentes, sino también a comprometernos
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