A 50 años del inicio de la fonoaudiología en Chile: experiencias y desafíos actuales en salud pública
114 cambio no pudo concretarse debido a que el evento ya había sido publicado. En esta misma actividad, el grupo de conferencistas tendió a utilizar términos como: transformación, transexuales, de hombre a mujer, de mujer a hombre, sexo biológico, feminización de la voz, masculinización de la voz, pacientes, cambio de voz, modificación de la voz, y terapia vocal, entre otros. En la segunda actividad, participando como expositor, el autor notó la utilización de conceptos medicalizantes como “sistema de producción normal” y “sistema de producción vocal alterado”. Cabe destacar que en ambas instancias estos términos fueron utilizados sin malas intenciones y de manera inconsciente. Algo similar sucedió con parte del público en ambas actividades, donde lo más frecuente fue referirse a p T/NB como pacientes trans , a procesos de terapia vocal e intervenciones para la feminización de la voz , para modificar la voz , o para cambiar la voz . Ocasionalmente se utilizaron los términos entrenamiento vocal , entrenadas , entrenados y entrenades . En muy pocos momentos se utilizó el término de acompañamiento vocal . En todos los casos, durante las diferentes interacciones, el grupo de conferencistas y el público estuvo de acuerdo en que es necesario trabajar por la despatologización de la comunidad de p T/NB desde nuestra disciplina. No obstante, a pesar de que al inicio de cada actividad se sugirió compartir los pronombres de cada participante en la etiqueta de Zoom, pocas personas lo hicieron. Por otro lado, fue frecuente que tanto conferencistas como participantes utilizaran un lenguaje poco inclusivo, con sesgo de género como, por ejemplo: “el fonoaudiólogo”, “los fonoaudiólogos”, “los profesionales”, etc., sobre todo al inicio de las actividades. A lo largo de cada una de ellas, las personas que intervenían se hicieron más conscientes de utilizar un lenguaje más inclusivo y menos sexista. ¿Cómo se puede interpretar lo sucedido? Si analizamos en detalle, podemos observar que nuestra disciplina tiende a un interés basado en lo culturalmente competente, es decir, en el anhelo de ser un grupo de profesionales con experiencia en determinados fenómenos, los que estudiamos o con los que trabajamos, logrando una supuesta comprensión de los atributos culturales de un grupo de personas en particular (Lucas-Breda et al., 2020). Desde esta perspectiva, las personas se convierten en un objeto de estudio y el grupo de profesionales se transforma en un colectivo de poder y privilegio, que monopoliza el saber respecto de experiencias que ni siquiera han vivido (Greene- Moton y Minkler, 2020). Lo anterior se refleja claramente en las expectativas de
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