Investigación emergente: desafíos educativos presentes y futuros

180 INVESTIGACIÓN EMERGENTE. DESAFÍOS EDUCATIVOS PRESENTES Y FUTUROS Si bien Bude (2017) no profundiza explícitamente en la figura del emprendedor, la descripción de un tipo ideal que ha logrado ascender en la escala social como estereotipo del éxito respon- de apropiadamente al sujeto representativo de la sociedad del miedo. Es una persona hecha a sí misma, cuyo empeño le ha permitido escalar en la posición social, pero que no se identifica plenamente con el lugar al que ha llegado, padeciendo un temor continuo a la idea de volver de donde vino. De ahí que su af n de pertenencia e incardinaci n se orienta a una b squeda de reconocimiento como par en un grupo de iguales desdibujado y etéreo. Un grupo imagina- do en el cual poder encuadrarse de manera estable, pero en una situaci n en la que el estatus alcanzado es fr gil y en la que cualquier error cometido en la din mica del mercado puede llevar a encarnar el mayor miedo o p nico latente de las clases medias: reconocer que se est siempre m s cerca de la precariedad que de la estabilidad econ mica propia de las élites. Finalmente, si hay un mbito en el que el miedo propio de la sociedad contempor nea se hace evidente es en el mbito educativo (Bude, 2017, p.62). Por una parte, la familia actual es una for- ma vital que da cuenta de la centralidad que asume la crianza, situando a los/as hijos/as como la nica relaci n social irrescindible. En consecuencia, no resulta extra o que, para una clase media aspiracional, la mantención del estatus alcanzado identifique en el proceso formativo una vía de socializaci n orientada al desarrollo de aptitudes, motivaci n para el éxito y relaci n con otros-semejantes que compartan los mismos objetivos. Por cierto, seg n indica el autor, como consecuencia de los resultados evidenciados a través de evaluaciones estandarizadas, ese espacio ha dejado de ser la escuela p blica: Los padres totalmente normales de las clases medias (…) evitan escuelas en las que se supone que hay una mayoría de hijos de familias que no dan la misma importancia que uno a los esfuerzos para formar a sus hijos, y cambiando de domicilio o escogiendo una escuela privada huyen a medios escolares donde les parece que est n entre sus semejantes. Un latente miedo social y moral a contagiarse se encarga de que, justamente en el terreno de la formaci n, la segregaci n en funci n de grupos de inmigraci n se vea progresivamente reemplazada por la segregaci n en funci n de estatus (Bude, 2017, p.71) El mbito educativo pone en evidencia el p nico por el estatus propio de grupos sociales te- merosos de la exclusi n y la marginaci n, así como la pugna por adquirir, mantener y heredar a los hijos la posici n alcanzada. La escuela se convierte en un espacio que expresa la fuerza del miedo propio de una sociedad heterogénea, pero que concibe la alteridad como amenaza. En un mundo en competencia constante, el influjo que ejerce la opinión de los otros en el proceso de construcci n de la identidad personal posiciona la otredad como una amenaza para las po- sibilidades propias. Pero sin otredad no es posible un sí mismo y sin ambigüedad, se ala Bude (2017), no hay identidad. Sin embargo, aplicar en el ámbito formativo esta lógica de calificación constante se articula a la l gica de mercado y competencia, al establecer jerarquías sobre toda cuesti n posible en base a la performance individual. Ya sea desde el riesgo o el miedo, lo que se evidencia, seg n Larraín (2000), es una nueva comprensión del espacio-tiempo, en la que configurar una imagen unitaria del “yo” se vuelve una tarea compleja. Emerge un sentimiento de vértigo ante lo efímero, ca tico y contingente del mudo (Larraín, 2000). Este nuevo escenario transforma las vías de identificación y vínculo con los otros, propio de las sociedades tradicionales, al desarraigar lo que fueran identidades culturales compartidas. El cambio acelerado de las relaciones sociales plantea dificultades al sujeto a la hora de asignar continuidad y sentido a un pasado y futuro diluidos en un continuo, lo que ofrece trabas a la formaci n de una visi n unitaria de sí mismo y a asignar sustento a la acci n desde un relato orientador coherente. En este sentido, para Larraín (2000), la identidad no significa una esencia o alma con la que se nace, sino más bien es un proceso de elaboración

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