Dossier 2º Congreso Nacional de Psicología Comunitaria

rechazo y estigmatización. Hay ignorancia y el deseo de permanecer en la ignorancia de parte de la iglesia, lamentablemente, seguramente por miedo y resistencia al cambio. Supongo que es por eso. Me parece que lo que ocurre en esta no coexistencia es que lesbianas y homosexuales evangélicos se ven obligados a existir en soledad, en aislamiento y muchas veces, en el silencio. Quedan en un espacio vacío pues no son parte de la iglesia y tampoco de lo mundano, entonces, lo que ocurre ahí es que pueden retornar a uno de estos dos mundos o se inventan uno propio. Lamentablemente algunos no logran sobrevivir ¿cuándo es posible coexistir en este caso? Cuando la lesbiana y el homosexual se apropian de su cuerpo y existencia y reconocen que no hay nada de malo en sí. No hay culpa ni vergüenza. Generalmente, esto ocurre cuando hay ayuda terapéutica y en algunos casos luego de una experiencia límite, muchas veces acompañada de una experiencia mística que les demuestra que dios les ama. Estas experiencias límites generalmente tienen que ver con un intento suicida. En cuanto a las iglesias, a veces pasa que estas operan desde una teología inclusiva de amor, de liberación, más cercanas a las enseñanzas de Jesucristo, en lo que fue su segundo mandamiento más importante, ama a tu prójimo como a ti mismo. Además, cuando las familias aceptan a su hijo o hija tal y como es en su sexualidad, a veces, esto simplemente ocurre cuando hay amor, pero también ocurre cuando hay una des-patriarcalización de las relaciones, en el sentido de salir de la idea jerárquica del saber y del ser. Cierro con las últimas ideas. En definitiva, quiero enfatizar en la necesidad de entender tres cosas. Primero, que para coexistir necesitamos urgentemente hacer trabajos para existir, especialmente para que puedan existir libre y soberanamente las mujeres, las niñas, los niños, las lesbianas. Aprovecho de preguntar, qué proyectos de ustedes están en esa línea; cuántas veces has trabajado tú, por y para la existencia o sobrevivencia de las mujeres. En segundo lugar y paralelamente, creo que necesitamos sanar nuestras heridas que dificultan la capacidad de escucharnos y despatriarcalizar las relaciones. Lo que, básicamente, significa desjerarquizar a las personas. Este camino puede tomar varias generaciones, pero podemos ir avanzando, preguntándonos, cómo y desde qué lugar estoy escuchando a esta persona. Si la escucho desde lo humano, mortal, controlando mi ego, escuchando con el sentimiento, me parece una buena forma de comenzar. Y también salirnos del plano inclinado, de lo que habla Margarita Pisano, que dice que cuando nos ponemos en una posición inferior o superior, estamos tomando posiciones. Hay que salirnos de la posición inferior, sobre todo para las mujeres. Dejar de escuchar desde la carencia. Y tercero, las mujeres para existir necesitamos desautorizar la voz del patriarcado o la voz de quien nos oprime. Quitarle poder a quien nos oprime: al jefe, al marido, al hijo, al esposo, al padre, al colega y a quien quiera que sea que nos oprime. No darle espacio, ni poder a la voz de quien no me escucha, no me ve, no me reconoce autoridad en cuanto sujeto. Autoridad en el sentido que entienden las feministas de la diferencia, en cuanto a reconocimiento de la otra como un reflejo de mi existencia. Desautorizar al patriarcado en mi subjetividad, nos dará un espacio amplio de existencia colectiva y por lo tanto, la posibilidad de la coexistencia. 107

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=