Escritura e inclusión en la universidad: herramientas para docentes
48 E scritura e inclusión en la universidad . H erramientas para docentes P rácticas letradas y escrituras vernáculas David Barton y Mary Hamilton (2004) utilizan el concepto de literacidad para referirse a “una actividad localizada en el espacio entre el pensamiento y el texto”, es decir, una actividad para lograr propósitos sociales mediante la escritura. En el concepto de litera- cidad es relevante la noción de prácticas letradas, que corresponde a prácticas sociales en las que la literacidad (la lectura y la escritura) cumple un papel fundamental. “La no- ción de prácticas letradas ofrece una manera poderosa de conceptualizar el enlace entre las actividades de lectura y escritura, y las estructuras sociales en las cuales se encuen- tran imbricadas y las cuales ayudan a delinear” (p. 112). Los autores establecen una diferencia entre prácticas letradas dominantes (oficiales, ins- titucionalizadas, propias de ámbitos como la ley, el sistema escolar o el trabajo) y prác- ticas letradas vernáculas, generadas en la vida cotidiana de las personas, las que suelen ser menos visibles y encontrarse menos validadas socialmente. Sin embargo, las prác- ticas vernáculas son centrales para la construcción de la(s) identidad(es) de los sujetos, pues es mediante las prácticas letradas que las personas construyen y comparten signifi- cados, establecen redes sociales y negocian relaciones de poder dentro y entre los grupos a los que pertenecen. En palabras de James Paul Gee, las prácticas letradas están ligadas a visiones del mundo específicas (creencias y valores) de determinados grupos sociales o culturales. Estas prácticas discursivas están integralmente conecta- das con la identidad o conciencia de sí misma de la gente que las practica; un cambio en las prácticas discursivas es un cambio de identidad (Gee, 2004, p. 24). Esto es cierto incluso en personas que no leen o escriben, pues “los textos pueden cum- plir múltiples papeles en una determinada actividad y los actos de lectura y escritura no son las únicas maneras en que se les confiere significado a los textos” (Barton & Hamil- ton, 2004, p. 119). Sin embargo, la experiencia de entrada a la universidad no es compleja solo para estudiantes que provienen de minorías raciales o étnicas. En el contexto latinoamericano de masificación del acceso a la educación superior, cada vez es mayor el número de estudiantes que pertenecen a la primera generación en sus familias que logra acceder a la universidad. Por ejemplo, en la admisión 2017, en la Universidad de Chile, una ins- titución tradicional y centenaria, este grupo superó por primera vez en la historia a las y los estudiantes hijos de universitarios (46,3% versus 45,5%; Universidad de Chile, 2018b, p. 93). Así, los denominados “es- tudiantes no tradicionales” ya no son una novedad en las poblaciones estudiantiles en educación superior en la región, sino que se han con- vertido en el perfil más frecuente. Un número cada vez mayor de estudios releva la experiencia de es- tos nuevos perfiles estudiantiles. En el libro Voces sobre el pace , que re- úne testimonios de estudiantes que ingresaron a la universidad mediante el Programa de Acceso Efectivo a la Educación Superior, la estudiante y tutora Denisse Espinosa describe cómo el tránsito desde la escuela se-
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