Escritura e inclusión en la universidad: herramientas para docentes
273 P osfacio de borradores en proceso de revisión; y v) una presentación formal del estado de la tesis cada año. La participación en estas sesiones es voluntaria, pero las estudiantes no faltan casi nunca. • Diversidad de estrategias. Las estrategias para interactuar con cada doctoranda varían según el carácter personal y los hábitos de traba- jo. En el primer año hay más actividad presencial e individualizada, pero a partir del segundo muchas cuestiones se resuelven en línea (borradores de artículos, consultas bibliográficas, orientación para la selección de congresos) o con la consulta entre colegas, con el resto de doctorandas. Algunas estudiantes planifican la tutoría con orden del día y horario; otras se orientan a resolver problemas puntuales. Unas prefieren conversar y tomar notas manuales en su cuaderno; otras pre- fieren recibir un correo con un resumen escrito. Tanta diversidad pue- de inquietar a algunas directoras, pero creo que acaba siendo mucho más operativa. La diversidad de culturas y lenguas de procedencia o su distancia con las de su directora pueden dificultar o facilitar la interacción, como indica a continuación el caso 15. • Seguir las normas al pie de la letra. La diversidad de estudiantes y la larga duración de un doctorado provocan situaciones imprevistas. En estos casos conviene actuar de acuerdo con las normas establecidas y, si no las hay, pedir consejo al órgano académico superior. Veamos dos ejemplos. Una estudiante tuvo un problema de salud ocular y tuvo que so- meterse a una operación, la cual exigía unas pocas semanas de conva- lecencia. Al ser una becaria predoctoral, le sugerí que debía informar a su institución financiadora, pero ella argumentó que no era conve- niente: solo estaría unas pocas semanas de baja y, de notificarlo, debe- ría dar explicaciones detalladas y realizar un prolijo papeleo. Acepté su criterio, al ser una estudiante extranjera y desconocer el funciona- miento de la institución patrocinadora de su beca. Pero fue un error, porque el posoperatorio fue muy lento y la doctoranda no pudo volver a leer y escribir con normalidad hasta un año después. Al no poder documentar avances a su tesis, se suspendió su beca y fue mucho más difícil acabar la tesis. Una estudiante de segundo curso dejó de asistir a las reuniones y no respondía a mis correos. Mes y medio después, una colega me in- formó que tenía una depresión. Me comuniqué con ella, me confirmó llorando que estaba deprimida y que no podía trabajar en su tesis. Le pregunté si era por motivos personales o académicos, a lo que respon- dió que eran del primer tipo. Entonces le pedí, sin más aclaraciones, que visitara a la psicóloga de la universidad encargada de estos casos.
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