Escritura e inclusión en la universidad: herramientas para docentes

266 E scritura e inclusión en la universidad . H erramientas para docentes 3.8. Redactar la tesis Solemos entender la redacción de tesis como una fase final, aunque en realidad se desarrolle a lo largo de varios años, durante el proceso com- pleto de hacer una tesis, en interacción estrecha con los puntos ante- riores. Para algunas supervisoras, la competencia para escribir acadé- micamente es un criterio excluyente para aceptar una doctoranda. No tiene relación directa con la capacidad de recoger datos, procesarlos y entender sus resultados, pero sin duda su ausencia supone un obstáculo relevante, como plantea el caso 12. C aso 12. Á lvaro : redactar centenares de páginas Álvaro era docente en una universidad privada; tenía un máster en Educación y había publicado un artículo con su directora de máster en un boletín indexado. Por ello, supe- ró sin problema el filtro de inscripción a nuestro doctorado. La primera señal de alarma llegó en los primeros meses, al formular las preguntas de in- vestigación: presentó unas notas breves repletas de faltas de ortografía, frases inconexas o inacabadas y preguntas deslavazadas. Mi petición había sido formal y sin prisas. Álva- ro adujo que no lo había trabajado mucho y que lo reformularía. Pero la segunda entrega no fue mejor: había menos incorrecciones y todas las frases estaban completas, pero las preguntas eran inconexas y no mostraban plan coherente alguno. En una tutoría le sugerí que debería tomar un curso de redacción. Pero, a trancas y barrancas, Álvaro fue presentando varias partes de su proyecto (un es- crito de 40 páginas que debe presentarse al final del primer año). Pocos días antes de la fecha de entrega envió el proyecto completo. Había partes coherentes y aceptablemente redactadas, con muchas citas de autoridad; pero otros fragmentos eran inconexos e in- comprensibles. Entonces tuve una idea terrible… (En aquella época los periódicos habla- ban de tesis plagiadas, políticos avergonzados que dimitían –o no–, etc.) Analicé el proyecto de Álvaro con Turnitin (el “detector de coincidencias” –así se deno- mina–). Había un 25% de coincidencias… Pero ¿qué significaba eso?, ¿era mucho?, ¿cuál es el límite aceptable? Los técnicos informáticos de mi universidad no habían visto nun- ca un porcentaje tan alto. Busqué en la red y entendí que la cifra desnuda, sin más, no significaba nada. Hay que analizar cualitativamente cada coincidencia. No eran plagios; eran citas: cada una tenía su fuente bien documentada. Eran fragmen- tos literales de autoras de prestigio, pertinentes para el proyecto. Se concentraban sobre todo en la sección de estado del arte y marco teórico, lo cual también era congruente. Se configuraba así un texto-Frankenstein, en el sentido de que había poca redacción propia frente a numerosas citas enlazadas una detrás de otra, con más o menos pericia. La redacción propia de Álvaro también variaba: una parte mayoritaria era correcta y bastante coherente, pero había dos secciones breves con frases desconectadas y escaso sentido. Álvaro reconoció que una compañera había revisado su proyecto; él solo había escrito sin ayuda esas dos secciones inconexas.

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