Repensar la investigación literaria en tiempos de crisis

66 recuerdo: las cosas de ese cuerpo inexistente. Una kinesfera que mutó de lo invisible al movimiento de los sentidos sobre sus partículas. Ropa, perfume o una foto nos permitían estar cerca del ser querido. Y en este último caso, al dolor se enfrentó la vida y semultiplicaron los pantallazos de actividades digitales que sugerían que éramos sobrevivientes. Así, Susang Sontag tuvo razón al sostener que: “coleccionar fotografías es coleccionar el mundo” o más bien, “las fotografías son en efecto experiencia capturada” (15-16). Una experiencia que era necesario capturar y guardar. Dentro de los hogares la maximización de los efectos de la enfermedad, la violencia, la muerte y el resquebrajamiento de una estructura económica que se pensaba estable, produjo el deseo del refugio. Y una vez más, el privilegio de nuestra clase nos dio la oportunidad de escondernos, de protegernos en la escritura, la fotografía, el arte, la danza y un sinfín de actividades solo para algunos grupos de personas, por cierto. Y las cosas se convirtieron en nuestras mejores acompañantes. Centro. Este sentido del presente es lo que conforman las cosas. Para Remo Bodei las cosas “Paradójicamente, hablan tanto o más de nosotros, de lo que nos constituye, cuanto más las dejamos expresarse en su lenguaje, el del pragma, el de la res o el de la Sache, y a veces, con voz más autoritaria, el del auto to pragma y de la Sache selbst” (24). Entonces, ¿cuál es su papel en la historia personal?, ¿de qué manera gesto y cosa se unen para reconstruir nuestra cotidianidad? En La voz de la casa Rosabetty Muñoz nos entrega claves. De alguna u otra forma las respuestas a las interrogantes emergen naturales, por ejemplo, en el gesto único de buscar, de acomodar: “Habrás de poner una taza bajo la/ llave que gotea, junta ese líquido/ para lavarte la cara. En las bajadas/ de agua coloca tiestos en desuso, una/ tetera vieja, un tarro de café. Cuando/ llueva, acumularás agua para regar tus/ plantas” (16). O en el gesto de la vergüenza que penetra en los cajones de las cómodas para cerciorarse de que la seguridad se pierda entre la acumulación de tus complejos psicosociales. Porque la prenda es más que tela y costura, es un armazón, una investidura contra el mundo. En el poema “La prenda” el gesto de cubrir envuelve el padecimiento y la violencia. Lo femenino se instala como un problema que debe ser solucionado a través del olvido. Aunque no ocurrirá porque las cosas están allí para recordarnos por qué se debe luchar y jamás olvidar:

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